¿Chavismo sin Chávez?

 

23 Feb, 2019 – Lo que estamos experimentando en la Venezuela de hoy no es, para nada, un escenario nuevo.  Se trata de una lucha “entre las izquierdas”, que algunos la califican de una manera más radical: una lucha entre el llamado “chavismo originario” y el “madurismo”.

Históricamente, la izquierda en Venezuela se ha caracterizado por el enfrentamiento entre la izquierda socialdemócrata y la izquierda radical. Durante mucho tiempo la primera estuvo liderada por “Acción Democrática” (AD) y la segunda: por el “Partido Comunista de Venezuela” (PCV). En ambos partidos surgieron disidentes que crearon nuevas formaciones, pasando de una a otra corriente. Así, de AD surgió el “Movimiento de Izquierda Revolucionaria” (MIR) y el “Movimiento Electoral del Pueblo” (MEP); y del PCV surgieron el “Movimiento Al Socialismo” (MAS) y “La Causa R” (LCR o “La Causa Radical”).

La izquierda en Venezuela se remonta a la acción política clandestina contra la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Los movimientos estudiantiles fueron los protagonistas de la lucha ideológica y política contra el gobierno gomecista y algunos de sus dirigentes como Raúl Leoni, Rómulo Betancourt o Jóvito Villalba, luego jugarían un papel importante en la vida política venezolana.

En 1945 se legalizó al “Partido Comunista Venezolano” (PCV), fundado en 1931 y en 1941 se fundó “Acción Democrática” (AD).

AD fue pionera en el desarrollo de un nuevo modelo de organización partidaria y los principales partidos en Venezuela siguieron este modelo.  Se configuró como un partido de corte leninista: verticalismo y poder concentrado en la cúpula —lo que en Venezuela se ha dado en llamar “cogollos”—, con estructuras organizativas que iban desde el barrio hasta el nivel nacional, aglutinando horizontalmente a muchos grupos (obreros, campesinos, profesionales, estudiantes, etc.) sometidos a la disciplina del partido y controlando prácticamente todas las organizaciones sociales (sindicatos, gremios, asociaciones de vecinos, organizaciones empresariales, etc.).  Respecto a su discurso ideológico se caracterizaba por un perfil anti-imperialista, socialdemócrata y policlasista.

Nacieron nuevos partidos como el “Comité de Organización Política Electoral Independiente” (COPEI), de corte demócrata-cristiano y la “Unión Republicana Democrática” (URD), partido de izquierda no-marxista que aglutinaba a las fuerzas que apoyaron la apertura política que propició el General Isaías Medina Angarita y se fue configurando así el sistema de partidos que dominaría la escena política venezolana durante la segunda mitad del siglo XX.

Los líderes de los tres partidos principales, Rómulo Betancourt (AD), Rafael Caldera (COPEI) y Jóvito Villalba (URD), firmaron el “Pacto del Puntofijo”, llamado así porque se firmó en la entonces-vivienda de Rafael Caldera: la “Qta. Puntofijo”.

Dicho pacto comprometía a los firmantes a asegurar la estabilidad del régimen naciente, manteniendo una estrategia cooperativa para resolver los problemas relacionados con la gobernabilidad y respetando los resultados de los comicios como base de la alternancia política.

 

 

En 1959 Betancourt asumió la presidencia de la república e inmediatamente se constituyó un gobierno de coalición formado por AD, el partido ganador; URD, segundo partido en las elecciones de 1958 y COPEI; sin embargo a fines de 1960, URD abandonó la coalición del gobierno y el pacto, por estar en desacuerdo con la política seguida frente a Cuba y poco a poco fue dejando su lugar a COPEI, conformándose así un duopolio partidista que sobrevivió durante cuatro décadas.

El PCV, aunque legalizado, quedó excluido del pacto por distintas razones: a nivel internacional, por el clima de Guerra Fría que se vivía y a nivel interno, por la oposición manifiesta por la Iglesia (católica) y por COPEI, sumado a la animadversión que desde siempre Betancourt mostró hacia el PCV.  Esto condujo a los comunistas a adoptar una línea dura de oposición, que se manifestó, sobre todo, en los métodos de acción política utilizados. El gobierno adeco respondió cerrando sus diarios, expulsando a sus dirigentes sindicales y arrestando a sus parlamentarios, lo que finalmente les llevó a incorporarse a la lucha armada con la necesaria conducción y financiamiento por parte de Fidel Castro desde Cuba.

Aunque en 1962 brotó un movimiento guerrillero, inspirado en la triunfante “Revolución Cubana”, inicialmente conformado por jóvenes del PCV al que luego se unieron otros grupos de izquierda, cinco años más tarde estaba prácticamente derrotado.  Los dirigentes comunistas se dieron cuenta de que la vía armada no sustraería a las masas de las aspiraciones de prosperidad económica y bienestar social generadas por el petróleo.  Para 1968 se celebran las terceras elecciones en las que resulta ganador Rafael Caldera y por primera vez se produce la alternancia política; el PCV ya estaba convencido de la necesidad de conducir sus actividades por medios pacíficos y por la vía democrática, amoldándose a las reglas establecidas en el 58.

Si bien las guerrillas fueron derrotadas militarmente, ayudó mucho el factor de la división interna.  Un grupo de guerrilleros contrariaba, cuestionaba y rechazaba la intervención directa de Castro en cuanto a la conducción táctica e, incluso, ideológica de la “facción disidente”: los llamados “revisionistas”.   Este grupo comenzó a acercarse más – como luego lo hiciera el propio Che Guevara – a la ideología maoísta.  Los “revisionistas” se enfrentaron – internamente – a los “ortodoxos”, sometidos y subordinados, estos últimos, al castrismo y a la línea de Moscú.

En 1960 AD expulsó del partido a un sector juvenil radicalizado que fundó el “Movimiento de Izquierda Revolucionaria” (MIR), de ideología radical y totalmente marxista y fue una de las principales fuerzas políticas que se sumó a la lucha guerrillera.  Pero sin duda, la escisión más importante se produjo en 1968 debido a pugnas internas dentro del partido adeco.

Uno de los dirigentes históricos más importantes, Luis Beltrán Prieto Figueroa, junto con otros líderes como Jesús Ángel Paz Galarraga, se separó de AD llevándose consigo a una buena parte de la militancia adeca y fundó el “Movimiento Electoral del Pueblo” (MEP); años después este partido se fusionó con el MAS y posteriormente se incorporó al proyecto chavista.  Esta división le costó las elecciones de 1968 a AD y Rafael Caldera fue elegido, por fin: presidente constitucional de Venezuela. Muchos analistas entonces creyeron que AD no se repondría pero no tomaron en cuenta el liderazgo del Carlos Andrés Pérez.

En 1971, como una escisión del PCV, se crea el “Movimiento al Socialismo” (MAS), proclamándose portador de una propuesta socialista autónoma, fuertemente crítica del marxismo-leninismo, que consideraba la democracia como componente sine qua non del cambio.  Entre sus fundadores estaban Teodoro Petkoff (ex-guerrillero), recientemente fallecido y José Vicente Rangel (ex-urredista): ¡pronto a fallecer!

La Causa Radical (LCR) fue también producto de una división del PCV y fue fundada en 1971 por otro ex-guerrillero de apellido Maneiro.  Ese partido hunde sus raíces en el sindicalismo de la industria siderúrgica (SIDOR) en el estado Bolívar. En su seno siempre hubo dos alas, una más radical dirigida por Pablo Medina y Aristóbulo Istúriz que terminó separándose para formar “Patria Para Todos” (PPT) en 1997 y otra liderada por Andrés Velásquez, que ha intentado mantener al partido con elementos ideológicos y programáticos difusos y fortalecer sus cuadros en la lucha sindical y el acercamiento a la clase media.

A partir de 1989 se observan indicios que algo comenzaba a cambiar en tanto que los partidos que tradicionalmente habían dominado el panorama electoral (AD y COPEI) fueron derrotados; en el estado Bolívar —gana LCR— y en el estado Aragua: gana el MAS.

No obstante, cabe destacar que la puesta en marcha de este proceso coincidió con la llegada al poder (por segunda vez) de Carlos Andrés Pérez, quien empezó a implementar un ambicioso programa de estabilización y de ajustes estructurales, orientado a corregir los graves problemas económicos que su gobierno había heredado de Jaime Lusinchi.  Carlos Andrés fue acusado de “neo-liberal” y de no contar con el concurso de su propio partido: Acción Democrática… en consecuencia, “le dan un golpe de estado”, lo defenestran y lo sentencian, confinándolo en la modalidad de “casa por cárcel”.  Más tarde saldría al exilio y moriría con más penas que glorias.

El programa de Carlos Andrés Pérez, denominado “El Gran Viraje”, fue diseñado por un grupo de tecnócratas siguiendo las directrices del “Consenso de Washington”, casi al estilo de “Los Chicago’s Boys”, que le resolvió el gravísimo problema económico a Chile, durante el período del General Augusto Pinochet,  pero careció de un adecuado apoyo político.  Se implantó sin generar consenso entre los partidos políticos (principalmente de la propia “Acción Democrática”) y de los grupos de presión por excelencia —Fedecámaras y la CTV— y sin haber concienciado a la población del sentido de las nuevas medidas.  El gobierno sobreestimó la popularidad de Carlos Andrés Pérez y la tolerancia de la población.

Las primeras medidas del ajuste económico chocaron con las expectativas populares, lo que se tradujo en febrero de 1989, en una revuelta popular: el llamado “El Caracazo”.  La chispa fue el NECESARIO aumento de los precios de la gasolina y las tarifas de los transportes públicos para una población completamente acostumbrada a los subsidios gubernamentales: al “facilismo” y al “clientelismo”.

En 1992, el teniente coronel Hugo Chávez Frías, dio un intento de golpe de Estado que no triunfó, pero obtuvo el apoyo y la simpatía popular.  Si bien “la intentona” fue un fracaso a nivel militar: ¡fue todo un éxito a nivel político-mediático!

En esta crítica coyuntura se desarrollaron las elecciones locales y regionales de 1989 y 1992 y las elecciones presidenciales de 1993, las cuales canalizaron – en cierta medida – el descontento y la frustración de una parte importante del electorado.

En las elecciones de 1998, la presidencia quedaba planteada entre dos independientes:  Henrique Salas Römer, que proponía un “cambio radical” que pasaba por la reforma del puntofijismo y Hugo Chávez que ofrecía “un cambio revolucionario” de mano dura… militarista: ¡al estilo de un Pérez Jiménezdemocrático”!

Chávez anunciaba la disolución del congreso y la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. En el último momento, AD y COPEI, ante la imposibilidad de imponerse en las presidenciales, decidieron apoyar al candidato independiente mejor ubicado en las encuestas, Salas Römer, abriéndose un nuevo cleavage: democracia partidista/democracia antipartidista. Sin embargo nada pudo detener lo que empezó a llamarse como el “huracán Hugo”.

El apoyo a Chávez no estuvo basado en una valoración realista sobre sus capacidades, sino en una necesidad de “esperanza” ante una situación de “desesperanza”.  Los partidos tradicionales (AD, COPEI, MAS) no daban más.  El segundo gobierno de Caldera fue un verdadero desastre… la corrupción se exacerbó a niveles inimaginables, que luego fueron superados durante la era “chavo-madurista” y los venezolanos querían un “cambio radical”.   Cuando la gente está afligida por graves problemas, hay una predisposición mayor a creer en “salvadores” o “mesías” que prometen revertir la situación del país.  Este, Dios no lo permita, pudiera ser el caso en torno a este nuevo “mesías” llamado Juan Guaidó… nacido de la esencia socialista tradicional.

 

 

Estos regímenes “salvadores”, calificados acertadamente como de “democracias delegativas”, se caracterizan porque los ciudadanos autorizan a un presidente a gobernar como crea conveniente y sin sanción para ello.  El presidente asume poderes extraordinarios y gobierna marginando a las instituciones democráticas; él es la encarnación de la voluntad popular. Chávez representaba muy bien ese perfil de político mesiánico, por su carisma mediático, por su retórica bolivariana, sus frecuentes citas de la Biblia y referencias a Cristo y por su compromiso de guiar al pueblo hacia una “Tierra Prometida”, vagamente definida; un peligro… por cierto, que hoy corre Venezuela con el “cheque en blanco” que – aparentemente – el grueso de los venezolanos le ha entregado a Juan Guaidó.

En el año 2002, el MAS se dividió en dos: una facción que seguía apoyando a Chávez y que se registró como un partido nuevo, el “Partido por la Democracia Social” (PODEMOS) y otra que se pasó a la oposición.  PPT también tuvo problemas y en el año 2000 se retiró de PP por un desacuerdo en la elección de los candidatos al parlamento y a gobernadores y alcaldes en los comicios celebrados ese año; no obstante volvió a la alianza después de negociar nuevos términos y ante la fuerte presión de sus bases.  En 2002, su fundador y uno de sus principales dirigentes, Pablo Medina, dejó definitivamente la organización.  Otras figuras claves como Luis Miquilena, fundador del MVR, quien había ocupado importantes cargos políticos dentro del gobierno de Chávez, rompió con el chavismo… unos aseguran que presentía la inminente caída del gobierno chavista.

Tras las elecciones de 2006, Chávez anunció la creación del “Partido Socialista Unido de Venezuela” (PSUV), con el objetivo de aglutinar a todas las fuerzas políticas y sociales que apoyaban a la “Revolución Bolivariana”.  Esto implicaba la disolución de los partidos pro-chavistas (u oficialistas) y si bien ya se había producido la del MVR y otros partidos minoritarios como el MEP, sin embargo PPT, PCV y PODEMOS demostraron su desacuerdo y prefirieron esperar antes de disolver sus partidos. Probablemente ese fue un paso lógico para impulsar la transición del país hacia “el socialismo del siglo XXI”, teniendo como referencia el modelo cubano, pero resultó llamativo que un partido político en proceso de formación, sin tener aún una estructura orgánica, que andaba todavía reclutando a sus futuros militantes, que no tenía documento doctrinario ni había definido a sus bases programáticas, ni siquiera contaba con unos estatutos: pusiera ya en funcionamiento un tribunal disciplinario.

El resto es historia.  Chávez neutralizó el poder real de todos los partidos políticos, incluyendo el “poder” del propio PSUV, que terminó siendo un “parapeto”.  Conformó una “FALSA OPOSICIÓN”, al más puro estilo del polaco-soviético, Félix Dzerzhinski, fundador de “La Checa”, que luego se convertiría en la KGB y terminó controlándolo todo.

Llegó el verano del año 2006 y Fidel Castro entró en quirófano.  Salió disminuido mentalmente y muerto políticamente.  Su hermano Raúl asumió el poder y Chávez se le insubordinó, creyendo que él sería el heredero mundial del liderazgo revolucionario de Fidel Castro Ruz.  Al hacerlo: ¡firmó su sentencia de muerte!

Pocos años después, se le “descubre” a Chávez un “extraño cáncer”, similar a los que llevaron a la tumba a Agostinho Neto en 1979, Michael Manley en 1997 y Forbes Burnham en 1985, cuando se quisieron distanciar de los Castro y de la Unión Soviética.  Chávez es convencido para que, ante su inminente muerte, nombre a Nicolás Maduro como su heredero… dando así paso a la “Era Madurista” y al “madurismo”.

Llega Maduro a Miraflores, por obra y gracia de los Castro y del fraude en las farsas electorales de abril de 2013.  Ya Chávez había cuadrado a  Henrique Capriles para que aceptara su derrota en octubre del año anterior, 2012, bajo la promesa que a su muerte, al “Flaco” se le respetaría su victoria en unas futuras elecciones, generadas del mandato del Artículo 233 de la constitución bolivariana.  No fue así y Capriles se quedó como pajarito en grama.

Se monta Maduro en Miraflores y comienza a mover, poco a poco, la mata del “chavismo originario”.  Caen Jorge Giordano, Andrés Izarra, Héctor Navarro, Luisa Ortega, Miguel Rodríguez Torres y muchos más.  El “chavismo originario” comienza a ser desplazado desde el mismo momento en que se monta Maduro en “el coroto”… y empieza la conspiración.

Hoy, 23 de febrero de 2019, siendo las 7:44 de la mañana, Venezuela espera un desenlace histórico.  Hay dos escenarios posibles: entra la “ayuda humanitaria” o no entra… lo que se traduce en que si cae el “madurismo” y vence el “chavismo originario” o tendremos Maduro para muchos, muchísimos años.

¿Mejorará Venezuela bajo el “chavismo originario”?  No nos parece.   Inicialmente se sentiría una mejoría, por supuesto… pero la naturaleza “socialista” indica que tales esperanzas de ver a una Venezuela próspera sería un espejismo.

Venezuela podría estar en las puertas de la conformación de un “peronismo sin Perón”… o de un “chavismo sin Chávez”.

Dios los agarre a todos bien confesados…!

Miami 23 de febrero de 2019

Robert Alonso

 

 

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