La Ayuda Internacional

 

10 Feb, 2019 – Un golpe militar contra una dictadura puede parecer, relativamente hablando, una de las maneras más rápidas y fáciles de quitarse de encima un régimen particularmente repugnante. Sin embargo, existen serios problemas con respecto a esta técnica. Lo más importante es que deja intacta la distribución negativa del poder entre la población y la élite de control del gobierno y sus fuerzas armadas. Lo más probable es que la supresión de personas o camarillas de las posiciones del gobierno, dé pie para que otro grupo semejante ocupe su lugar. Teóricamente este grupo puede ser menos duro en su comportamiento, y más dispuesto a abrirse de manera limitada a las reformas democráticas. Sin embargo, el caso opuesto es lo más probable.

Después de consolidar su posición, la nueva camarilla puede resultar más despiadada y más ambiciosa que la anterior. Por lo tanto, la nueva camarilla—sobre la que quizá se habían fincado las esperanzas—podrá hacer lo que quiera sin preocuparse de la democracia o los derechos humanos. Esta no es una respuesta satisfactoria al problema de la dictadura.

Bajo una dictadura las elecciones no se pueden usar como instrumento para un cambio político significativo. Algunos regímenes dictatoriales, tales como los del antiguo bloque oriental dominado por la Unión Soviética, simularon elecciones sólo con el propósito de aparentar ser democráticos. Pero estas elecciones eran simples plebiscitos rigurosamente controlados, para obtener la aprobación pública de los candidatos escogidos por los dictadores.

Éstos, de cuando en cuando, debido a la presión a que están sometidos, podrían tal vez aceptar nuevas elecciones, pero éstas estarían manipuladas para colocar marionetas civiles en los puestos de gobierno. Si a los candidatos de la oposición se les hubiera permitido concurrir a las elecciones, y hubieran sido electos como ocurrió en Birmania en 1990, o en Nigeria en 1993, los resultados habrían sido simplemente ignorados y los supuestos “vencedores” habrían estado sujetos a intimidación, arrestados o hasta ejecutados. Los dictadores no están interesados en unas elecciones que puedan apartarlos de su trono.

Muchas personas que actualmente están padeciendo bajo una dictadura, o que han tenido que exilarse para escapar de sus garras, no creen que los oprimidos puedan liberarse por sí mismos. Ellos no esperan que su pueblo pueda ser liberado sino por la acción de otros. Ponen su confianza en las fuerzas extranjeras. Creen que sólo una ayuda internacional puede ser lo bastante fuerte como para derribar a los dictadores.

Esa visión de que los oprimidos son incapaces de actuar eficazmente es algunas veces correcta por tiempo limitado. Como hemos apuntado, con frecuencia la población sometida no quiere la
lucha, y está temporalmente incapacitada para ella, porque no tiene confianza en su propia capacidad de enfrentar la dictadura feroz, y no ve una manera razonable de salvarse por su propio esfuerzo. En consecuencia, no es extraño que confíe sus esperanzas de liberación a la acción de otros. Las fuerzas externas pueden ser: la “opinión publica”, las Naciones Unidas, un país en particular o sanciones internacionales económicas y políticas.

Una situación así puede parecer consoladora, pero existen graves problemas en cuanto a la confianza depositada en un salvador foráneo. Esa confianza puede estar puesta en un factor totalmente errado. Por lo general, no van a llegar salvadores extranjeros. Si interviene otro estado, probablemente no deba confiarse en él.

Hay unas cuantas ásperas realidades con respecto a esa confianza en la intervención extranjera que habría que destacar aquí.

•  Con frecuencia los estados extranjeros tolerarán, o ayudarán inclusive, a la dictadura a fin de avanzar sus propios intereses económicos o políticos.

•  Los estados extranjeros podrían estar dispuestos a vender al pueblo oprimido a cambio de otros objetivos, en lugar de mantener las promesas que le hicieran de ayudarlo en su liberación.

•  Algunos estados extranjeros actuarán contra la dictadura, pero sólo a fin de ganar para sí mismos el control económico, político y militar del país.

•  Los estados extranjeros podrían involucrarse activamente para fines positivos sólo cuando hubiere un movimiento interno que ya haya comenzado a sacudir la dictadura y logrado que
la atención internacional se enfoque sobre la índole brutal del gobierno.

Por lo general, la causa principal que explica la existencia de las dictaduras es la distribución interna del poder que existe en el país. La población y la sociedad son demasiado débiles para causarle un problema a la dictadura; la riqueza y el poder están concentrados en muy pocas manos. Aunque las acciones internacionales pueden beneficiar, o de alguna manera debilitar a las dictaduras, la continuación de éstas depende primordialmente de factores internos. Sin embargo, las presiones internacionales pueden ser muy útiles cuando apoyan un poderoso movimiento de resistencia interna. Entonces, por ejemplo, el boicot económico internacional, los embargos, la ruptura de relaciones diplomáticas, la expulsión del gobierno de organizaciones internacionales, la condena del mismopor alguno de los cuerpos de las Naciones Unidas y otros pasos semejantes, pueden contribuir grandemente. A pesar de todo, si no existe un fuerte movimiento de resistencia interna, tales acciones por parte de otros es poco probable que se den.

 

COMENTARIOS DE ROBERT ALONSO

Históricamente, la llamada “Sociedad Internacional”, no va a tomar partido a favor de un pueblo subyugado por una tiranía (como es el caso de Venezuela), a menos que se dé uno de dos escenarios o ambos a la vez:

Primero – Que la tiranía esté afectando los intereses regionales y ese no pareciera ser el caso del régimen venezolano, a no ser por “las molestias” causadas por la atroz emigración de venezolanos a países vecinos, algunos de los cuales están recibiendo ayuda económica por parte de EE.UU., para poder atender a los desplazados.

Segundo – Que exista un líder o un movimiento capaz de tomar el control del país en un corto plazo.  En un principio se pensó que ese líder sería Juan Guaidó, pero mientras pasan los días y las semanas, ese liderazgo se va convirtiendo en “sal y agua”.  En tal sentido se requiere la participación ACTIVA del pueblo venezolano en una sublevación cívica, GENERALIZADA y SOSTENIDA, capaz de lograr la intervención armada multinacional.

Miami 10 de febrero de 2019

Robert Alonso

 

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