El Socialismo de Arrias…!!!

 

En el año de 1974, hace ya la bicoca de 45 largos y tormentosos años, me casé con “La Guarimbera Mayor”, Siomara (“Siomi”) Etcheverry, egresada del colegio Mater Salvatoris (ora pro nobis).

Sus padres eran socios del muy-exclusivo Club Playa Azul, en las cercanías del pueblo de Naiguatá.

 

 

Ahí… en Playa Azul, pasamos todos y cada uno de los fines de semanas hasta que en el año 2003 mi suegro decidió, suponiendo que el régimen se las quitarían, vender su acción y su “cabaña”, la “Cabaña 29”, ubicada a menos de 50 metros del mar.

Fueron los años más espectaculares de nuestras vidas.  Los sábados nos levantábamos a las 10 de la mañana, caminábamos unos 10 metros y nos sentábamos debajo de una sombrilla hecha de guano de palma.  Ahí nos traían los periódicos.  Ahí nos traían las arepas dulces, con un toque de anís,  que hacían en la cafetería.  A golpe de 11 de la mañana comenzaban a llegar los vecinos, “Mosis” – Moisés Naím – entre ellos.

Mi favorito, recuerdo, era el escritor, político y diplomático (izquierdista, por cierto),  Francisco – “Pancho” – Herrera Luque.   Fueron los mejores fines de semana de nuestras vidas.

 

 

En Playa Azul crecieron nuestros cuatro hijos.  En diciembre, bailábamos con la Billo.  Nuestra lancha, “La Cascarita”, estaba anclada en la marina del club.  Éramos, como hubiera sentenciado el sátrapa – HDLGP – que reposa en la gavera 486 de la morgue del CIMEQ en La Habana; el resentido social de Hugo Rafael Chávez Fríais: ¡unos indeseables “oligarcas”!

Entonces, ese mismo año en que me casé con “La Guarimbera Mayor”, Carlos Andrés Pérez (el responsable del “génesis del desastre”), nombró (a dedo) gobernador del Distrito Federal, al socialista (“de papel”) Diego Enrique Arrias Salicetti: ¡¡¡y nos puso a todos a parir…!!!

Diego Arriaya “gobernador”, Dios lo bendiga por muchos años, publicó un decreto en el que convertía públicas a todas las playas de Venezuela, sin tomar en cuenta que estuvieran – o no – dentro de un club privado, como el Club Playa Azul o Camurí Chico… o Playa Grande… mientras él se daba la gran vida viviendo en  una mansión “mil-millonaria” en el Caracas Country Club con su entonces-esposa, Tiki Atencio… de la cual luego se divorció.

Arria decretó que todas las propiedades que estuvieran a 50 metros de la rivera de las playas de Venezuela, eran propiedad de lo que luego se llamó “el soberano”.  Nuestra cabaña estaba a menos de 50 metros de la ribera de la playita de Playa Azul.

Un familiar cercano de mi suegro- cubano él –  al leer el decreto de Arria, no solamente decidió vender su cabaña en Playa Azul a precio de gallina flaca: ¡se fue de Venezuela!  Pocos años más tarde murió en su segundo exilio de Miami.

Durante la época “democrática”, la oligarquía venezolana era poderosa, y el  decreto de Arria se convirtió en sal y agua.  Ningún “soberano” se atrevió a invadir las playas de Playa Azul, Camurí Chico o Playa Grande, entre otras a lo largo y ancho de Venezuela.  Eso, por supuesto, fue fomentando e incrementando el resentimiento social y la “lucha de clases”… abonando el terreno para lo que vino después.

Pasaron los años y al infeliz de Diego le invadieron su finca – Las Carolinas – y su piscina fue confiscada por “el soberano”… por un ratico, hasta que la volvieron “ñoña”.

 

 

Estando en Miami, cuando me enteré que “el socialismo” se había adueñado de la propiedad de Don Diego, hice una pequeña fiesta en mi casa e invité a unos cuantos amigos íntimos, entre ellos, a las hijas del familiar de mi suegro, quien había abandonado Venezuela gracias al populismo de Arria.

Yo sé que Diego Arria me lee.  Espero que no se pele este artículo, porque gracias a él nos puso a sudar sangre y a deducir que más tarde o más temprano, Venezuela se convertiría en una segunda… o tercera Cuba.

Tomen debida nota.  Si Venezuela es hoy lo que es, los venezolanos se lo deben, en parte, a las hija’eputadas de HDLGP’s como el “doctor” Diego Enrique Arria Salicetti… quien, por cierto: ¡no es doctor ni la cabeza de un machete!

Miami 30 de junio de 2019

Robert Alonso

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