Desgracia Familiar

 

Nuestro hijo, Carlos Alberto (Alonso) Etcheverry, nació el 9 de enero de 1979, hace hoy 40 años y  8 meses.  Fue el segundo de cinco hijos.  Su segunda hermana falleció.

Hasta donde pudiéramos pensar, fue un niño modelo.  Fue criado con mucho amor… con mucha atención.  Jamás se le levantó la mano.  Le dimos todos los gustos que pudimos darle.  Era amante de los caballos y le compramos uno.

Era amante de los animales y del arte.  Era “la fiesta” de la familia Alonso-Etcheverry.  Hubiéramos querido tener 10 hijos como él: ocurrente, alegre y – sobre todo – amoroso.   Todo, entonces, era felicidad en la familia.

Dimos muchos viajes al exterior con él y sus hermanos.

Videos de los viajes a San Martin

En los veranos siempre velábamos para que asistiera a eventos e, incluso, a renombrados campamentos.

Foto del campañmento

Debido a un lapsus mentis de mi parte, en un escrito dije que había estudiado en el Jefferson.  No fue en el Jefferson, fue en el Henry Clay, de donde fue expulsado por sus malas calificaciones, a pesar de mostrar ser un niño extremadamente inteligente.

Entonces comenzó la pesadilla

Tuvimos que inscribirlo en una escuela “pirata” llamada “Aprender y Crear”, donde recibían a los “mala-conductas” y a estudiantes que eran desechado de otros planteles caraqueños.

El primer año que estudió en ese plantel, le quebraron cuatro materias y tuvo que ir a “reparaciones”.  Fue ahí, entre sus compañeros de estudios, donde conoció el mundo de las drogas.   Tenía, entonces, tan solo: ¡catorce años de edad!

Perdimos a nuestro niño a los 14 años de edad…!!!

¿Quién lo introdujo al mundo de las drogas?  En realidad no lo podríamos decir con certeza.  Entre sus compañeros de estudios – en “Aprender y Crear” – había un MALANDRO, que pudo haber sido el corruptor.  Era mayor de todos ellos y con el pasar de los años, nos enteramos que – para mantener su vicio – asaltó una autobuseta a mano armada, fue capturado y sentenciado a una larga condena.

Foto del malandro

El día de unos de los exámenes de reparación, nuestro hijo grabó el siguiente video.  Ahí podrán ver el modo de expresarse de algunos de sus compañeros de clase, en especial, del que acabamos de mencionar, que fue apresado – in fraganti – asaltando, a mano armada, una autobuseta en el este de la ciudad de Caracas.

Video de los compañeros de CA

Su abnegada madre, Siomi, siempre lo apoyó.  Siempre estuvo a su lado apoyándolo para que pasara de año, pero Carlos Alberto ya no fue capaz de graduarse de bachiller y cuanto intentó ingresar en una academia de diseño gráfico, descubrieron que había entregado un diploma falsificado.  Jamás pudo estudiar lo que era su pasión: el diseño gráfico.

Video de Siomi

Arte Macabro

Pasaron los años y llegó 1999.  Carlos Alberto conoció a un “artista” de poca monta de apellido Pizzani, de quien hablaré luego en esta página.   Un individuo ligado al mundo de las drogas, vecino se la Finca Daktari, cuyo hijo (de quien hablaremos más tarde en esta página), se hizo muy amigo de Carlos Alberto.

Ahí comenzó nuestro hijo a “crear obras” absurdas… satánicas.

Video de la obra satanica de CA

Negó la ayuda de su familia

Su mamá sabía cuál era mi posición en cuanto a las drogas.  Desde que tenía 25 años me había enrolado a una organización para combatirla.  Mi compañero de apartamento (“room-mate”), en 1969 había muerto en mis brazos, producto de una sobre-dosis.  Combatí la drogadicción y el tráfico de estupefacientes hasta el día en que abandoné Venezuela en el año 2004.

En tal sentido, su madre no me informó de la realidad.  Sí notaba que Carlos Alberto se mostraba huraño… que su modo de proceder había cambiado radicalmente.  Se encerraba en su cuarto por el lapso de varios días.  Supuse que eran “cosas de adolescentes”.  Debí haberle prestado más atención, es totalmente cierto (y esa falta de atención me atormenta todos los días) pero consideré que estaba atravesando una “crisis de crecimiento”.

Un buen día, se presentó en nuestro hogar una comisión de la PTJ, acompañada por unos cinco o seis vecinos que “reclutaron” de testigo.  Nos allanaron la casa, alegando que Carlos Alberto estaba traficando con droga en el sector, en la Zona Rural de El Hatillo.  Por supuesto: ¡yo no lo podía creer!  Sin embargo, sin necesidad de que le dieran unos cuantos palos, Carlos Alberto aceptó su culpabilidad y entregó un paquete de marihuana que estaba destinado a la distribución.    El tráfico pequeño de droga era la manera para financiar su vicio, que entonces era una droga llamada” éxtasis”.

Estando nosotros (los padres de Carlos Alberto) de vacaciones en Miami, nuestro hijo montó una “rumba” que hizo historia en Caracas (y en Venezuela).  Más de 3mil personas acudieron a nuestra finca en una orgía de droga que duró TRES DÍAS CON SUS NOCHES.

Al regresar de nuestras vacaciones, nuestros vecinos nos informaron del desastre.  Durante esos tres días, con sus noches, nadie pudo entrar ni salir de la Zona Rural de El Hatillo.  De hecho, la policía de El Hatillo fue “debidamente comprada”, para que no interfirieran con la “rumba”.  Fue ahí cuando comencé a “tomar cartas en el asunto”.

En adición a la distribución de marihuana, Carlos Alberto nos robaba.  Nos robó joyas.  Nos robó efectos domésticos: ¡nos robó!  Luego me enteré, gracias a los múltiples psicólogos a quienes acudimos, que era una práctica normal entre los narco-dependientes.

Me fui enterando de muchas cosas.  Tal vez el no haber prendido las luces rojas fue, en parte, mi culpa.  Me enteré que mi padre, QEPD, le había ofrecido ayuda, para ingresar a Carlos Alberto en “Hogar Crea”.  Pero como en el caso de infidelidades, “el marido es el que se entera de último”.  Me enteré de su condición de su drogadicción: ¡de último!

Rechazó la ayuda…!!!

Luego, asesorado por psicólogos, me enteré que para que alguien pueda ser socorrido de la drogadicción o del alcoholismo, tiene que aceptar su condición… ¡su enfermedad!  Nada se puede hacer si el afectado no quiere ser ayudado o niega su patología.   Eso fue lo que sucedió con nuestro adorado y  querido hijo, Carlos Alberto (Alonso) Etcheverry.  Pongo “Alonso” entre paréntesis, porque él se hace llamar Carlos A. Etcheverry, cuando en realidad es Carlos Albero ALONSO Etcheverry Bustillo Martín… para bien o para mal.   Afortunadamente para sus abuelos maternos, ellos murieron sin conocer el drama… porque mi suegra, la Abuela Siomara, sentía un especial AMOR por Carlos Alberto: ¡el varón de la familia!

La Justicia

Cuando la comisión de la PTJ allanó nuestro hogar, La Finca Daktari – Carretera hacia Fe y Alegría, Sector La Mata de El Hatillo – no estaba interesada en detener a nuestro hijo.  Esa comisión estaba interesada en DESANGRARME… EN ESTORSIONARME.

Su madre (Siomi), en llanto, me pidió que hiciera “algo”.  Nuestro hijo, en efecto, había cometido un crimen… se había convertido en un “conejo” (pequeño distribuidor de drogas).  Debió haber sido detenido, juzgado y – de haberse encontrado culpable – condenado a prisión.  Todos sabíamos que era culpable y que terminaría en una prisión como el entonces-infernal “Retén de Catia”, que lo destruiría para siempre.  ¡Nuestro mundo se vino abajo!

No me quedó más remedio que “comprar a la justicia”.  Lo confieso.  Hice mal… pero: ¡era nuestro hijo!  Los PTJ’s nos visitaban cada semana.  Comenzaron por cobrarnos unos $ 5,000; luego subieron la parada a $ 10,000.  Al final del día: ¡nos desangraron más de $ 100mil!  Básicamente nos dejaron sin nuestros ahorros de toda una vida.

Como intuíamos que el desangramiento continuaría por parte de “la justicia”, le dijimos a nuestro hijo que tenía que abandonar Venezuela, cuando – tal vez – lo que debimos haber hecho era dejarlo que pagara su deuda a la sociedad, algo tremendamente duro de aceptar en una Venezuela donde cumplir una condena era la destrucción total como persona… ¡y se trataba de nuestro adorado y querido hijo!

Aceptación de Culpa

Sí tengo que ser honesto y confesar cierta culpabilidad.  Por aquellos días, el hijo de uno de nuestros grandes amigos murió degollado al romper una puerta de vidrio.  Un infeliz niño que comenzaba a vivir; su madre, por cierto, acaba de morir de cáncer hace unas semanas.  El niño no vio el peligro e irrumpió contra la puerta de vidrio, muriendo, desangrado, en los brazos de su padre.  En ese momento – debo admitirlo – frente a tamaña desgracia, hice un comentario indebido: “aquellos que no tienen que morir mueren… y nuestro hijo, que distribuye drogas y promueve la destrucción de la juventud: ¡vive!”.  Hoy lamento enormemente haber hecho ese comentario, sobre todo: porque nuestro hijo lo escuchó.

Nada.  Se fue de Venezuela…!

“Exiliado” de Venezuela, nuestro hijo – Carlos Alberto (Alonso) Etcheverry, aterrizó en Los Ángeles, donde vivía su tía, Maria Conchita Alonso.  Con ella no se la llevó muy bien.  No obstante, logró enamorar a una infeliz estadounidense, se casó con ella… pero como no pudo resolver su estatus: ¡se divorció de ella!

La dejó, íngrima y sola… después de exprimirla económicamente… y se unió a una “guaricandilla” (como decía nuestra Abuela Carmelina, QEPD), quien lo controló en todos los sentidos posibles.

Intento de Reconciliación

En el año 2008 me vi en la imperiosa necesidad de manejar una gandola por todo el territorio estadounidense y parte de Canadá.

Video de la gandola

En un viaje que me tocó recoger una carga en Los Ángeles, hice contacto con Carlos Alberto y lo monté en mi camión para que me acompañara hasta Miami y viera a su familia, por primera vez, en ocho años.  En el medo del estado de Arizona, se robó un medicamento que mezclado con sabrá-Dios que substancia le daba “nota” y lo abandoné en el medio del desierto.  Llamé a su esposa para que lo fuera a buscar :¡no estaba dispuesto a perder mi trabajo por su vicio!

Nueva Reconciliación

Un buen día, estando escribiendo un artículo en contra del régimen, en nuestro “rancho” de Miami, me tocan el hombro y cuando me volteo es Carlos Alberto, quien se lanza y me abraza.  Lágrimas brotaban de ambas partes.  Carlos Alberto venía en son de paz… ¡rogando perdón!   Lo atendimos con la máxima consideración.  Ya se había divorciado de la infeliz estadounidense que le costeó las drogas y su vida desde que llegó a EE.UU… a la que dejó en la carraplana y se había unido en concubinato con una mujer de nombre Nicole y se mudaron a Los Angeles.  Luego nos enteramos de que la fulana Nicole “tenía su historia”: ¡una triste historia!

Nuestros hijos, Alejandro y Eduardo, tenían AÑOS sin saber de él.  Nuestros nietos JAMÁS habían escuchado hablar de “el tío”.  Lo recibimos en la familia, minimizando los comentarios.

Videos de CA en Miami

Sin embargo, al regresar a Los Ángeles, comenzaron los ataques.  Carlos Alberto nos acusaba de “derechistas-de-mierda” y de envenenarles las mentes a nuestros nietos llevándolos a Disney World, “La Cuna del Capitalismo”, según él.

Hizo contacto con su angelical sobrino, de apenas 9 años, hablándole maravillas de las drogas y de cómo yo, su abuelo, le mentía sobre un peligro que no existía.

Juan Pizzani Ochoa

Pasaron los años y Carlos Alberto se buscó a un amigo de la infancia llamado Juan Pizzani Ochoa, hijo de un “artista” de poca monta, vecino de nuestra finca – en la zona rural de El Hatillo.   Un muchacho del cual nuestro hijo se burlaba constantemente, por su evidente inclinación hacia el homosexualismo.

Con Juan Andrés Pizzani (a quien siempre tratamos con deferencia en nuestro hogar), hizo un montaje dando a entender que había visto un video en el cual yo, supuestamente, dama muestra de homosexualismo.  En otras palabras: aprovechó la complicidad de un homosexual, para denigrar a su padre, acusándolo – falsamente – de ser homosexual.  He aquí algunas de las fotos que logramos obtener del muro de Facebook del fulano Juan Andrés Pizzani Ochoa:

Fotos de juan pizzani

¿Por qué un homosexual declarado se prestó para denigrar al padre de su amigo, alegando que era homosexual?  Es algo que no entendemos.   Un individuo como Juan Andrés Pizzani Ochoa, que ha defendido el derecho de los matrimonios entre individuos del mismo sexo y que se haya prestado para desprestigiar al padre de su amigo (Carlos Alberto), alegando que es homosexual: rompe todos los esquemas de nuestra compresión.   Él, Juan Andrés Pizzani, HOMOSEXUAL CONFESO Y DECLARADO, intentando exponer al desprecio público al padre de su amigo alegando que es homosexual: es algo que rompe todos los esquemas imaginables.  ¡En fin!

Moraleja

Si su hijo (o hija) adolescente modifica su patrón de actuar de la noche a la mañana: ¡préstenle  atención!  ¡Algo está pasando!  Busquen ayuda profesional DE INMEDIATO.

Miami 5 de septiembre de 2019

Robert Alonso

Robert Alonso Presenta

Web page Views: 1,255,623