CYC 2022

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El sábado 27 de agosto, faltando un día para la celebración de los 102 años de fundado el Cienfuegos Yacht Club, un nutrido grupo de yatistas y algunos de sus descendientes nacidos y criados fuera de Cuba, nos citamos en el Big Five para celebrar el cumpleaños de nuestro añorado, amado y recordado club, donde muchos crecimos y dejamos sembrados tantos recuerdos gratos.

El Big Five

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Se le llamaba “Big Five” a los cinco mejores clubes sociales de la Habana: El Havana Yacht Club, el Havana Biltmore Yacht Club, el Casino Español, el Miramar Yacht Club y el Vedado Tennis Club.  HaVana con “V” de vaca, como se escribe en inglés.

En 1944, esos cinco clubes de La Habana se unieron para formar El Big 5 Sports League. Durante los siguientes 15 años se celebraron torneos en diferentes deportes. En 1959, El Big 5 Sports League había crecido hasta incluir 9 clubes, solo para desaparecer con la llegada del comunismo a Cuba.

En 1968, un grupo de exiliados cubanos de Miami liderados por el Dr. Manuel R. Morales Gómez, fundó el Club de los Cinco Grandes (The Big Five) con el fin de preservar las tradiciones y la cultura cubanas en el exilio.  Los primeros años no fueron fáciles, pero a través de su perseverancia y trabajo duro lograron sus objetivos.

Hoy en día, el Big Five Club continúa ofreciendo a sus miembros un ambiente donde los valores familiares y el desarrollo de sus hijos son los objetivos principales. El Big Five se enorgullece de las instalaciones donde sus socios pueden disfrutar de una amplia gama de actividades sociales y deportivas. No solo los miembros pueden asistir a actividades dentro de la sede del club, sino que también llevan a cabo eventos sociales y corporativos para los no-miembros. El club cuenta con piscina, 2 bares, canchas de tenis y squash, campo de béisbol y baloncesto, campamento de verano, 4 salones de baile y un restaurante.

El Casino Español

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El Casino Español, también conocido como Centro Español, Club Español o Casa de España, fue fundado por emigrantes españoles en varios países, fundamentalmente en Hispanoamérica y Filipinas. Sus edificios, de finales del siglo XIX o comienzos del siglo XX, son en algunos casos hitos urbanos destacados.

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Los centros sirven de núcleo social, cultural o recreativo de la comunidad española, donde se celebran bodas, bautizos, actos culturales, galas, reuniones empresariales, etcétera. ​ Algunos incluyen instalaciones deportivas y recreativas. Otras ofrecen clases y programas educativos como clases de lengua, danza española o gastronomía española.

En su principio estos centros sociales funcionaban como sociedades benéficas y centros de acogida para los recién llegados de España. Un lugar para buscar empleo, vivienda o para conectar con otros paisanos, a veces incluso para recibir atención médica o ayuda financiera en momentos de dificultad. Algunos centros tenían sus propios cementerios, escuelas y hospitales que servían a la comunidad española, como El Sanatorio de la Colonia Española en Cienfuegos, donde nacimos mis hermanos y yo.

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En los países no hispanohablantes, los centros también eran un lugar familiar donde se podía encontrar asistencia e información en español, como en traducciones, trámites legales o simplemente para hablar con paisanos en la lengua común.

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En 1904, lo socios del Sanatorio de la Colonia Española de Cienfuegos, pagaban UN PESO CINCUENTA CENTAVOS al mes, con derecho a todo.  Según mi padre, los pabellones eran tan limpios que uno podía comer en sus suelos.   Todo lo destruyó “la revolución”. 

Hoy en día, la mayoría perdura como importantes centros sociales adaptándose a las necesidades de las distintas generaciones de españoles en la comunidad española local como el Casino Español en la Ciudad de México o la Casa de España en Santo Domingo. Otros centros siguen abiertos, adaptando su labor con el paso del tiempo, como el Casino Español de Manila y el Centro Español de Tampa, y otros han cerrado por cambios políticos y demográficos de la diáspora española en las ciudades donde se construyeron, como el Casino Español de La Habana o el Casino Español de Tetuán.

El Havana Yacht Club

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El Havana Yacht Club es el primero entre los grandes clubes privados que existieron en La Habana (y siguiendo con la temática de la Playa de Marianao) mencionaré en esta página un poco de su historia. Quizás no era ya el más importante a finales de 1950 pero sin dudas el ser uno de los más antiguos y de los que mayor reputación tenía entre la clase alta cubana durante varias décadas hace resaltar la importancia que tuvo su reputación y sus siglas HYC.

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Fundado un 27 de octubre del año 1886 por un grupo de jóvenes estadounidenses amantes de los deportes acuáticos y asiduos de la joven Playa de Marianao, vecinos de la zona, decidieron unirse para crear dicho club deportivo. Aprovecharon la excepcionalidad del accidente geográfico de la zona para tomar la porción central de la playa de La Concha. Levantaron con el tiempo una casona de madera (1893) a doble altura, con los arcos y el diseño característicos de los clubes de Cayo Hueso, de La Florida. En un principio la institución estuvo divida en dos categorías: «Comité de la Casa» y «Comité de las Regatas».

En la época republicana quedó demostrado que el auge de este tipo de instituciones (clubes, casinos, centros nocturnos) era indetenible y la aparición de otros competidores provocaron que la junta se plantease ampliar la Casa Club. Para ello contrataron a la prestigiosa firma estadounidense Purdy & Henderson Company, constructores del Gran Teatro,  el Hotel Nacional y el Museo Nacional de Bellas Artes.

Havana Biltmore Yacht Club

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Se cuenta que en 1958 estaban registrados en los libros del club alrededor de 3940 miembros, la inmensa mayoría de ellos pertenecientes a la más eminente élite habanera y estadounidense. Algunos de los apellidos así lo atestiguan: “Arellano”, “Menocal” o el nombre del socio 1018: el fácilmente reconocible Batista, Fulgencio.

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Además los grandes magnates estadounidenses como Ringling, DuPont, Astor y Hershey disfrutaban sus vacaciones en La Habana utilizando este club como centro de actividades.

El HBYCC hacía gala de su posición entre los exclusivos clubes de la zona de La Concha (también conocida como la Playa de Marianao, hoy municipio Playa) y a dos pasos del Reparto Siboney. Esta ubicación le otorgaba a sus socios una privacidad absoluta pues el circuito de golf estaba ubicado de tal forma que el hoyo 18 terminaba cercano al muelle que daba acceso a los yates.

El HBYCC estuvo precedido por el campo de golf Country Club, construido en 1911 por un grupo de residentes anglo-estadounidenses encabezados por Frederick Snare quienes, tras constituir la Sociedad Anónima Country Club Realty Co, compraron los terrenos donde se emplaza actualmente el Club Habana. Contaron con la colaboración de algunos de los excelentes arquitectos y urbanistas cubanos del momento.

Posteriormente, en las alrededor de 65 hectáreas que ocupaba el conglomerado, se constituyó una Casa Club que sería el antecedente directo de la edificación actual. Según se cuenta la primera piedra del edificio que hoy se mantiene en pie, fue colocada por Gerardo Machado el 1 de febrero de 1927 e inaugurado ya como Havana Biltmore Yacht and Country Club en 1933.

Desde su origen estaba constituido para reinar entre sus similares en cuanto a lujo y exclusividad. Entre sus múltiples servicios contaba con campo de golf de 18 hoyos, un club náutico cuya dársena fue donada por Fulgencio Batista como pasaporte de ingreso que blanquease su piel a los ojos del resto de miembros, pues el club no aceptaba en sus filas ni judíos ni negros en sus estatutos; un campo de hípica y su respectiva playa privada.

En su complejo tenían cabida un restaurante, varias cafeterías y un lujoso bar que junto a otras instalaciones más funcionales como la enfermería, la barbería y el salón de masaje permitían a los miembros encontrar satisfechos todos sus deseos.

El HBYCC estaba considerado dentro de los llamados “Big Five”, los cinco grandes clubes del momento, por su elegancia y exclusividad. El Havana Yacht Club, el Miramar Yacht Club, el Vedado Tennis Club y el Club de Profesionales formaban este particular circuito de élite. Aunque para 1958 algunos de ellos estaban perdiendo el abolengo de otros tiempos ante los siempre bien conocidos Country Club y el club social Casino Español.

Miramar Yacht Club

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El Miramar Yacht Club fue la idea de unos socios del Havana Yacht Club quienes, disgustados con el HYC, decidieron fundar un club nuevo principio de los años 20. Este grupo de individuos, unido a otros que se sumaron, deseaban un club que llenara tres requisitos: ambiente náutico, ambiente social y ambiente deportivo.

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Decidido esto, se añadieron tres requisitos más: una buena playa, un local acogedor para niños y la absoluta determinación de admitir como socios sólo a aquellas personas de reconocida honradez y decencia.

Como todo proyecto grande, tomó árduos esfuerzos ir del planeamiento a la realidad. Primero el terreno. Aquí hubo suerte, ya que los fundadores apuntaron a unos terrenos donde la avenida 92 de Miramar se encuentra con el mar. Había ahí una entrada de agua (o “caleta”) llamada “La Caleta de la Leña”, donde se quemaba la madera para convertirla en leña. Así, todos los que desconocían el origen de la palabra “Caletero” quedan informados.

Después de comprar los terrenos necesarios, se empezó a construir el edificio del club, que inicialmente era de madera, con sus dos torres y sus dos terrazas laterales que lo hicieron distinto e inolvidable.  El edificio se terminó en 1924 y el club fue registrado oficialmente en 1926.

El club resultó un éxito desde su fundación y se puede decir, sin lugar a dudas, que atrajo y reunió no sólo a prestigiosas familias de la sociedad habanera y de otras partes de la isla, sino a esa gran clase media que hizo de Cuba algo distinto, al no contar, como sucedía en tantísimos países hispanos, con la tragedia de un gran vacío entre los “muy, muy pobres” y los “muy, muy ricos”.

Pero ni el éxito, ni el número siempre en aumento de socios, hizo que se modificaran los requisitos o la cuota de admisión establecidos. Tanto es así que hasta se dio el caso de presidentes de Cuba que fueron rechazados como socios.

Una combinación de factores contribuyó, a finales de los años 40, a la decisión no solamente de hacer una serie de renovaciones imprescindibles, sino de construir un edificio nuevo.

Esos factores incluían el inmenso número de socios adicionales, el exito de las actividades náuticas y deportivas (las cuales requerían más espacio) y el darle al club las ventajas y la modernidad del aire acondicionado.

El edificio nuevo, con su bello y moderno diseño, cumplió todas las expectativas, pero de igual importancia fue la expansión que se hizo con la adquisición de los muchos terrenos adyacentes al viejo club.

En abril de 1950 comenzaron las obras del nuevo club y para julio de ese mismo año ya se habían fundido todas las columnas y las placas del piso y el techo, no sólo del edificio sino también de la terraza (o porta-aviones). Esta primera fase se completó en 1951, y para el ´52 sólo quedaban por hacer las estructuras adicionales de la piscina, las canchas de squash, entre otros proyectos.

Durante los siguientes años se hicieron aún más mejorías, incluyendo la contrucción en 1954 de la barrita (inagurada en 1955) y la contrucción en 1956 de la nueva casa de botes (de manposteria, con nuevas y renovadas facilidades). También en 1956 se ampliaron el salón de juego para hombres y las taquillas de hombres y mujeres (con nuevas facilidades como baños de vapor y sala de masajes).

Vedado Tennis Club

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El Vedado Tennis Club fue un club social cubano para la recreación de la clase privilegiada habanera entre 1902 y 1959. Escenario de juegos de béisbol, fútbol (balonpié) y fútbol estadounidense. Reconocido internacionalmente como yacht club, fue la única institución recreativa capaz de competir con Havana Yacht Club.

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Entre los numerosos socios de la aristocracia habanera que frecuentaron el Vedado Tennis Club, se encuentran los presidentes de Cuba: Mario García Menocal y Gerardo Machado y otras personalidades influyentes como Orestes Ferrara, Enrique Conill y Porfirio Franca, entre muchos otros.

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Luego del triunfo de la Revolución fue nacionalizado y convertido en el Círculo Social José Antonio – “Manzanita” – Echeverria, quien por cierto: era anti-comunista y de no haber muerto en 1957 en el ataque al Palacio, hubiera muerto fusilado años más tarde por los pelotones de los Castro.

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José Antonio Echeverría Bianchi  nació en Cárdenas, Matanzas, el 16 de julio de 1932 y murió en La Habana, el 13 de marzo de 1957, día del ataque al palacio presidencial para eliminar a Fulgencio Batista.  Fue un líder estudiantil a nivel nacional.

José Antonio (alias “Manzanita”)​ Echeverría Bianchi fue uno de los dirigentes más destacados que tuvo la juventud cubana y, muy especialmente, el movimiento estudiantil universitario.

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Tras graduarse de bachiller (high school) se trasladó a La Habana e ingresó en la universidad donde se matriculó en la carrera de arquitectura, en el curso 1950-51. Se opuso al gobierno de Carlos Prío Socarrás, realizó tareas organizativas y se consolidó como dirigente estudiantil.

En septiembre de 1954, fue elegido presidente de la Asociación de Estudiantes de la facultad de arquitectura e integró parte de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria).  En 1955 volvió a ser electo para ese cargo.

A finales de ese mismo año fundó junto con otros compañeros, el Directorio Revolucionario, organización clandestina estudiantil para combatir a Fulgencio Batista. El Directorio Revolucionario se convirtió en la organización más representativa del estudiantado cubano.  Bajo la dirección de Echeverría las acciones estudiantiles se intensificaron.  A diario se producían en todo el país manifestaciones, mítines y paros que generalmente desembocaban en choques violentos con la policía.

Marzo 13, 1957

Como consecuencia de la intensificación de las acciones revolucionarias en las ciudades, el 13 de marzo de 1957 Echeverría junto a los otros dirigentes del Directorio Revolucionario planearon y decidieron atacar el Palacio Presidencial para derrocar a Batista.  El plan incluía tomar la emisora Radio Reloj para divulgar los hechos. Al terminar la operación de Radio Reloj y cuando se dirigían a la Universidad de La Habana, el auto donde viajaba tuvo un encuentro con una perseguidora y se entabló un combate, en el que cayó José Antonio Echeverría.

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Cuerpo sin vida de José Antonio Echeverría

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Batista se salvó de milagro.  De haber tenido éxito aquella acción de los estudiantes, Fidel Castro no hubiera tenido excusas para seguir en su camino hacia la toma y destrucción de Cuba y se hubiera tenido que plegar a la vida política.  Más tarde, “la revolución” escribió una historia muy diferente, asegurando que aquella acción bélica del 13 de marzo de 1957, se llevó a cabo con la participación del Movimiento 26 de Julio y que cuando los estudiantes hablaban de “revolución”, se estaban refiriendo a la “revolución castrista”.

“José Antonio Echeverría.  Cárdenas lo vio nacer.  La Habana lo vio caer: ¡y Cuba lloró ese día…!”

El CYC de Ayer

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El mayor evento deportivo de nuestro club eran las regatas de remo.  Cuando ganábamos, “tirábamos la casa (el club) por la ventana”; se abrían las puertas del club y entraba todo el pueblo.  La primera en entrar era La Negra Fermina, quien siempre se declaraba enamorada de uno de los remeros.  En julio de 1957, el CYC ganó la regata nacional junior y aquello fue apoteósico.  De 7 años por cumplir en agosto, lo recuerdo como si fuese ayer.

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En el Almuerzo

Mientras esperaba, aproveché para conversar con varios cienfuegueros yatistas y tomar unas cuantas fotos y videos.

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A Rudy Bustamante, nuestro anfitrión (quien nos invitó a su mesa, gesto por el cual le estamos altamente agradecidos), le tocó esperar junto con nosotros.  Aquí lo vemos en muy-buena compañía.  Ya una vez dentro, brindamos por los presentes y ausentes de buena voluntad en compañía de su tía, su primo, “Paquito”, Fernando Pérez (“El Eterno”), Mario Chapman, Siomi (la única habanera de la mesa: ¡nadie es perfecto!), Mimi (“El Alma de la Fiesta”), Manuel (“Monono”) Leal y yo.

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La Mesa de Rudy

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En ambas fotos faltan “Monono” y Mario Chapman quienes estaban en el baño lavándose las manos

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Luego se nos unió “Fefi”, amiga de Mimi de toda la vida

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Mientras esperábamos a que nos dejaran pasar al salón del almuerzo, conversé con Jorge y Mary Gómez.  Los hermanos Maristas de Cienfuegos me enseñaron a creer en la resurrección de los muertos, razón por la cual – en una primera instancia – pensé que “El Bambi” (Luis Posada Carriles) había resucitado y estaba esperando su mesa para almorzar con sus colegas yatistas.  Luego me di cuenta de que se trataba del gran cienfueguero Jorge Gómez, de quien tantas fotos de Cienfuegos he recibido a través de Facebook.

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Fotos como ésta, la más antigua del Paseo del Prado de Cienfuegos – Siglo XIX

El Gran Ausente

 

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Para Jorge como para mí, el GRAN AUSENTE de lo que pudiera ser el último almuerzo del Cienfuegos Yacht Club fue nuestro amigo del alma, Felipe García, quien compartió la canoa con Jorge cuando fueron campeones de Cuba y que por razones de salud no pudo estar presente con su mujer, Carmencita.

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La canoa del Cienfuegos Yacht Club del año 59 que incluía a los remeros campeones nacionales – entre ellos Jorge Gómez y Felipe García – compitió en Chicago (EEUU) en los 3ros Juegos Panamericanos.  Los muchachos de Modestico Trelles – “Mirringa” – eran todos unos fiñes y no pudieron contra los “monstruos” de las otras canoas, todos mayores de 25 años: ¡unos leones afeitados!  Si vemos a Felipe en la foto de arriba (extrema derecha), nos damos cuenta de que hacía unos meses se había graduado de kindergarten en la escuelita de Tita Ferrer.  La noche antes de la competencia, en una conversación entre Modestico y el coach del equipo mexicano, cuando el cuate vio a los fiñes cubanos le preguntó a “Mirringa”: “¿y con esos niños es que Ud. piensa ganar los Panamericanos?”  Trelles no solamente le respondió afirmativamente: ¡le apostó $ 20 a que sus muchachos ganarian!  “Mirringa” regresó a Cienfuegos con $ 20 menos.

El Reencuentro

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Jorge Gómez y Felipe García en 1997

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“El Bello Durmiente”

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Como algo raro y extraordinario, pude captar a “Paquito” Villalvilla (quien no se llama Francisco – “Paquito” – ni se apellida Villalvilla) navegando con su celular.  Aproveché a tomarle esa foto, porque sabía que sería algo “del otro mundo”.  Ya por su cara me di cuenta de que muy pronto se nos iba a dormir… y así fue.  La evidencia la verán en el video que sigue.

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“Paquito” durmiendo en los brazos de Morfeo, soñando – tal vez – con “La Armenia”

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“Paquito”, gran conocedor de la “medicina oculta”, es uno de los herederos de la famosa “Clínica Villalvilla” de Cienfuegos, donde me sacaron las amigdalas corriendo con la suerte de seguir vivo.

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La famosa “Clínica Villalvilla” de Cienfuegos

Juan Pescao

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Me tomé una foto histórica con “Paquito” y “Tere”, la viuda de Juan Rodríguez Trinidad, más conocideo en los “Altos Fondos” como “El Gran Juan Pescao” (“El Pescaíto”, dicho cariñosamente).  “El Pescaíto” fue hermano de Diego y de Raúl, “El Cabezón”.  Casi nadie sabe que Juan Pescao Rodríguez Trinidad fue el personaje que inspiró uno de los cha-cha-chas más famoso de aquella época.

Durante décadas, cuando veníamos a Miami, sobre todo en compañía de nuestro padre, nos encontrábamos con Juan Pescao en su “Centro de Operaciones”: ¡El Centro Vasco!  Luego, con los años, mudó su centro para un restaurante habanero en Miami.  Según cuenta una posible leyenda urbana, al “Pescaíto” no le cobraban su consumo en ese restaurante, porque atraía mucha gente, más que nada: a jugar dominó con él.

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¡Más personalidades!

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Justo a la entrada del salón, antes de comenzar a toparme con cienfuegueros que tenía más de sesenta años sin ver, me tomé esta foto donde aparecen “Monono”, “Mimi” y Nicolás Álvarez: ¡quien “está igualito…”!

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Por supuesto que no podía faltar Fernando Pérez (“El Eterno”), el único cubano que se ha ido de Cuba nadando; excompañero de los torneos de “squash” (front tennis) tanto en el Cienfuegos Yacht Club como en el Club Cazadores, a quien siempre le ha gustado “quemar petróleo”, como lo evidencia la foto debajo de estas líneas, tomada en su juventud:

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La foto de arriba es histórica.  Vemos a Fernandito Pérez con “La Chata”.  ¿Por qué es histórica?  Porque La Orquesta Aragón se inspiró en ella para componer la famosa canción “Sabrosona”, algo que la mayoría de los cubanos desconoce.

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Con Reni Silva

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Siomi y yo teníamos más de 40 años (desde 1982) sin ver a Reni Silva.  Nos sorprendió cuando nos dijo que llevaba décadas afiliado al Opus Dei e hizo votos de pobreza y de castidad.  Los miembros del Opus hacen votos de castidad: ¿pero de pobreza?  Si me hubiera consultado antes de inscribirse en el Opus Dei, le hubiera recomendado el Opus Night, que es más divertido.  Fue muy grato el encuentro.  Reni estudió de niño en Estados Unidos y regresó a Cuba en uno de sus viajes, con una pelota de “fútbol estadounidense”, cosa que jamás habíamos visto.  Nos enseñó a todos a jugar ese juego infernal.  En una de esas, le di una patada a la pelota y fue a parar al mar, cerca del Club Cazadores y tuvimos que suspender el partido.

Con el Sub-Tesorero González

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Muy grato fue toparme con el “Sub-Tesorero” Juan René González, quien me enseñó a manejar en su VW cuando ambos ejercíamos el exilio en Venezuela, cuna de El Libertador Simón Bolívar.  En el momento no vimos a la bella esposa de Juan René, de lo contrario, en la foto hubiera aparecido su actual consorte.  Ante mí se quejó que como sub-tesorero no tenía ni firma ni voz ni voto, de ahí su apodo “Cuchara”, porque ni pincha ni corta.

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El video de arriba fue “robado” de “Estudio Jagua“, el portal que Juan René González y Lilo Otero han publicado en Internet, donde podrán encontrar interesante información sobre nuestro querido, recordado y añorado Cienfuegos.  En esta oportunidad verán los pormenores del almuerzo en cuestión.

Marianita

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Uno de los encuentros más agradables y sorprendentes fue con la joven Mariana Espino Paniagua, a cuya madre mi padre Richard le mató una vaca, evento que menciionó Marianita en una conversación difícil, ya que la música estaba a todo meter.

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La vaca de la familia Paniagua, pasteando alegre y plácidamente en los jardines de “Korea”

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A la vaca de Doña Paniagua, madre de Mariana, le gustaba mucho visitar los jardines de “Korea”, nuestra vivienda en Punta Gorda.  Ahí degustaba de las flores y masacraba con sus patas la incipiente cerca que mi padre había importado de Varadero.  Según la versión paterna, un día en que él regresaba del campo de tiro del Cienfuegos Yacht Club, antes de guardar las armas, decidió meterle un tiro a la vaca de Doña Paniagua, evento – como era natural – que distanció a ambas familias durante el lapso de varios años hasta que un día hicieron las paces, tal y como nos narra Marianita en su video.  Por cierto que el nombre de “Korea” fue un invento de mi padre, a quien llamaban “El Chino Richard” y en Cuba había el siguiente dicho: “¡los chinos pa’Corea!

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Hija y nieta de Marianita

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Por cierto, la joven Mariana fue una de las niñas más bellas de Cienfuegos – ¡y de Cuba! – llegando a lograr el título de “Mis Cienfuegos Yacht Club en el año 1947, hace nada más que 73 añitos… conservando todavía su belleza, la cual se las heredó a sus hijas y nieta.

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Los cuentos de Marianita

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Hija de gata: ¡caza ratones!  Es lo que me vino a la mente cuando conocí a la niña Terry Presuss, hija de Marianita Espino Paniagua, quien – de paso – es una fanática de mi hermana María Conchita, tal y como lo demuestra el siguiente video:

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Cuando vi bailar a Terry, por un momento pensé que estaba viendo a Cher (Cherilyn Sarkisian)

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Con Lourdes Maraboto, una institución cienfueguera

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Otra de las jovencitas con quien tuve el gusto de retratarme fue con Lourdes Maraboto, una de los motores del evento junto – entre otras – a Luisita Hernández, viuda de Meruelo.

¿Fred Astaire y Ginger Rogers?

¡ No !  ¡ Son “Monono” y “Mimi” !

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“Mononito” y “La Mimi” echando un pie al más puro estilo de Fred Astaire y Ginger Rogers.   Como buen Leal, a “Monono” le gusta la música.  Su tío Tony, gran amigo de mi padre, junto con él y Felipe Cacicedo tenía un conjunto musical llamado “ALCALÉ” (Alonso-Cacicedo-Leal).  En lugar de tocadiscos, “ALCALÉ” se llevaba para arriba y para abajo con la única intención de amenizar las fiestas montadas por este trío de cienfuegueros yatistas.  Todos los veranos “ALCALÉ” era instalado en un hotel de Varadero y no tenía un solo día de descanso.  Las dos estrellas del conjunto era un par de negros apodados “Pico” y “Pala”.  Con el tiempo se hicieron famosos en Cuba al popularizar la pegajosa canción titulada, precisamente: “Pico y Pala”, aunque también la llamaron “El Tren”.

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Ahora no recuerdo si era “Pico” o era “Pala” a quien se le servía un vaso repleto de ron y con “eso” echaba toda la noche hasta la madrugada.  Estaba yo comenzando a tocar guitarra y corría el verano de 1957.  “Odiame” era la canción de moda en ese verano y me empeñé en que uno de ellos – “Pico” o “Pala” – me enseñara el maravilloso punteo del valse peruano:

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Recuerdo como si fuese hoy.  La petición la hice en el Hotel Kawama de Varadero y “Pico” (o “Pala”) me respondió textualmente: “Muchacho, ¿’tas loco?  ¡Ese punteo es difícil hasta para nosotros mismos…!”  Por supuesto, jamás aprendí a tocarlo y me dediqué a cancioncitas más fáciles como las que cantaba, entonces, Luis Aguilé.

Supermán

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Me llamaron a una mesa muy especial donde estaba – entre otros – Reni Silva y Manuel Díaz Mazarredo.  Este último fue testigo de mi hazaña aérea, cuando me lancé del techo de mi casa creyéndome, por el lapso de un breve tiempo, que era Supermán, lo que hubiera pegado con la moderna teoría de los transgéneros que se creen cualquier cosa, como esta re-loca española, que dice ser una cebra:

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La Medalla y La Foto

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Un detalle muy bonito que les quedó de rechupete a las organizadoras del almuerzo, fue que en cada mesa había una foto del Cienfuegos Yacht Club.  No todas eran la misma y los participantes teníamos la opción de llevárnoslas como recuerdo de lo que pudiera ser el último almuerzo de los yatistas en la ciudad de Miami.  Muchos ya están celebrando estos aniversarios allá en El Cielo, para donde iremos todos si no nos desvían hacia las eternas pailas de Lucifer… que espero no sea mi caso.  En todo evento, “por si las moscas“, ya pedí el teléfono a Don Chany Almazán, para rogarle que me apadrine en el caso de que él se vaya primero.

También nos volvieron a entregar medallas, para los remeros y nadadores.  Cada año recibo la misma medalla.  Supongo que a alguien se le fue la mano mandándolas a hacer.  La de este año la colgué en una esquina de un cuadro que me regaló “El Bambi”.

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Oremos

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Estoy total y absolutamente convencido de uno entre dos escenarios.  O El Señor nos está castigando a nivel mundial mandándonos el comunismo y el vandalismo (en Venezuela NO HAY comunismo: ¡hay vandalismo, que viene siendo “casi” lo mismo!) o siendo judío: ¡no se inmiscuye en los asuntos políticos de nosotros los gentiles.

Los cubanos, al llegar a nuestro exilio histórico en Venezuela, a partir de la década de los sesenta, lo primero que hicimos fue pedir la protección a la Virgencita del Valle, que si bien no es la patrona de ese país, tiene un alto cargo en el panteón de las vírgenes.  En consecuencia, nombramos a Fernando Albuerne para que intercediera ante la mencionada virgen en pro de la libertad de Cuba y, especialmente, en favor del exilio cubano.  Los resultados están a la vista.  Desde entonces han pasado más de 62 años, nos hemos ido muriendo y ahí sigue la pandemia castrista en la tierra más bella que ojos humanos hayan visto jamás.

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Se nos están acabando las vírgenes.  De nada nos serviría invocar a Nuestra Señora de Luján (patrona de Argentina), a la Virgen de Copacabana (patrona de Bolivia), a la Virgen del Carmen (patrona de Chile), a Santa Rosa de Lima (patrona del Perú), a la Virgen de Chiquinquirá (patrona de Colombia), a la Purísima Concepción (patrona de Nicaragua) y, por ahora: a la Virgen de Guadalupe… ¡patrona de México!  No conozco el nombre de la patrona de Estados Unidos, pero de existir una: ¡ni se nos ocurra invocarla!
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El caso es que Chany Almazán fue el designado por “La Trilogía” para que en nuestro nombre invocara al Señor de los Ejércitos: ¡el Todopoderoso!

El Menú

Del almuerzo en sí no podría escribir de manera muy favorable.  Primero nos llenamos con queso y uvas… muy rica esa parte.  Luego nos trajeron yuca frita: ¡perfecto!  Repartieron ensalada mixta que no estaba mal.  El plato fuerte – muy cubano – estaba compuesto por una palomilla muy suave con moros y cristianos (más cristianos que moros).  El postre: ¡una delicia!  En Venezuela le llaman “quesillo” y en Cuba flan.  Para cerrar con broche de oro, podíamos hacer cola para degustar un excelente Café La Llave.

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El problema no era la calidad de los platos.  El menú fue sugerido por una nutricionista de un hospital geriático llamado “El Placer de los Años Dorados”, que queda en Hialeah, donde tienen la teoría que uno debe hacer la digestión antes de pasar al siguiente plato.  En tal sentido, entre la yuca frita y la ensalada pasaron dos horas y media.  Entre la ensalada y el plato principal: hora y media.  El postre lo distribuyeron pasadas las cuatro horas y para el café había que hacer una cola similar a la que se hace en Cuba o en Venezuela para comprar papel higiénico.  Lo que sí funcionó a las mil maravillas fue el bar:

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El Hombre Orquesta

Me quedé maravillado con “El Hombre Orquesta”: ¡un tocadisco y un bongó!  Eso sí: ¡que buena voz tenía el hombre!  Aquí le grabé la famosa canción de Willy Chirino: “Medias Negras” y para que vean que la competencia es válida, le publico el siguiente video:

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Luisita

Quedamos todos anonadados con Luisita Hernández, viuda de Oscarito Meruelo, a quien entrevistamos para saber cuál ha sido su secreto para haber logrado 102 años, habiendo nacido un 19 de septiembre del año 1920.  Al parecer, según lo corroboró, el secreto está en la CocaCola, bebida gaseosa que toma diariamente, como si se tratase de un medicamento.  El otro secreto pudiera ser el haber subido, durante décadas, las escaleras que la llevan a su departamento.  Más allá de esos datos no pudimos lograr, porque Luisita “no suelta prendas“, como hubiera dicho mi recordada abuela Carmelina, QEPD.  OJO: el placer no está en vivir más de 100 años.  El placer está en vivirlos con una buena calidad de vida: ¡como es el caso de Luisita!

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Luisita con Siomi Etcheverry de Alonso (mujer de Robertico)

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Mi padre y Oscarito Meruelo (ambos fallecidos) eran “uña-y-carne“.  Andaban juntos desde que aprendieron a caminar.  Luisita, cuando era más joven, era famosa en Cienfuegos porque se sabía todas las canciones de las “grandes bandas”, como las de Glenn Miller, Paul Whiteman, Ockbrook, Benny Goodman, The Wiseguys y Bob Craig, entre otras.  Quise lograr que nos cantara el pedacito de una, pero no tuve suerte.

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Oscarito Meruelo

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Lo malo, dice ella, es que no puede manejar porque la vista no le ayuda.  Además, alega tener anemia, pero su presión arterial, la glucosa y todo lo demás están como un racimo de uvas chardonnay.  Ha sido una de las principales organizadoras de los eventos del Yacht Club: ¡y todavía lo es!

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Grandes Amigas

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Luisita con una de sus grandes amigas: Marianita Espinosa Paniagua
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Como ya dije, Luisita quien dentro de unos días cumplirá 102 años en perfecta salud y con una mente envidiable, es adicta a la Coca Cola desde que era niña.  Asegura que se toma una lata diariamente, lo que desmiente videos como el que les publico a continuación:
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Edición Especial

Una producción de Luisita Hernández

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Equipo de natación del CYC de 1956
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Las dos siguientes publicaciones de “El Telégrafo” de Cienfuegos, tienen 65 años de antigüedad, por lo que voy a transcribir su contenido a continuación:
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“El Sr. Antonio Lino Hernández que por el Comisionado Municipal, Capitán Emilito Aragonés, se le entregue diplomas a varios fiñes que hicieron un aceptado papel en las competencias nacionales de natación, verificada la semana pasada en La Habana.  En el grupo que el buen amigo Lino Hernández menciona, no aparece un atleta que a mi juicio fue el que mejor papel rindió.  Me refiero a Robertico Alonso.  Este pequeñito atleta del Yacht Club, llegó en 50 metros de pecho en el primer lugar, pero fue descalificado por haber pateado en la vuelta.  Entrar en el primer lugar en La Habana de los Leones Habaneros, es algo grande, por eso creo que hay que agregar a la lista de los homenajeados al orgullo de la familia Alonso-Bustillo.”
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En Menores de 9 Años (Femenino)
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Elvira Bustamante ganó los 25 metros de pecho.  En el relevo combinado de menores de 9 años, el CYC fue el ganador con Elvira Bustamante, Marianela Navarro y Marilú Bustamanjte.  Mari C Medina ganó en el estilo de mariposa menores de 13 años con un tiempo de 21 flat.  Carmen Alcázar ganó en los 25 metros libres menores de 13 años.  Loly Rodríguez triunfó en los 25 metros en menores de 13 años. 
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Otros Resultados
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En los 50 metros libres (Masculino): Jorge García Bustamante (1er luger).  Menores de 9 años (Masculinos), 25 metros libre: Roberto Alonso, del CYC (1er lugar) y también Roberto Alonso, primer lugar estilo pecho con un tiempo de 21 flat, rompiendo el record nacional.
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En el año 2000, mi padre tomó la dura determinación de regresar a Cuba para despedirse de ella.  Lo encontró todo destruido, en especial su adorado Cienfuegos Yacht Club.  He aquí el video que le tomó a la destruida piscina de nuestro club, el cual estuvo destruído por décadas hasta que decidieron arreglarlo para captar divisas.  Hoy, según me cuentan, está totalmente restaurado.  El video está narrado en vivo por mi padre, Richard Alonso.
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Fe de Erratas

Cuando Luisita Hernández, viuda de Meruelo y Gatelito hicieron esta maravillosa revista, en 2010, cometieron un error en cuanto al apellido de la última reina (Miss) del Cienfuegos Yacht Club: “Teresita”.  Publicaron un apellido – “Fernández” – que no corresponde al personaje, ya que el verdadero y correcto apellido de “Teresita”, la última Miss Cienfuegos Yacht Club, es López Sabido, que hasta una bella poesía hay donde honran a su familia.

Es de recalcar que “Teresita” López Sabido, no solamente fue la niña más bella del Cienfuegos Yacht Club ni del propio Cienfuegos: ¡fue la más bella de Cuba!  Hace muchas décadas que vive su exilio en Miami y a sus más de 80 años: ¡todavía da la hora!

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Del Baúl de los Recuerdos

Son muchos los recuerdos que hemos coleccionado a lo largo de nuestras vidas.  Decía mi tío Armando, padrino y poeta, que sabíamos que estábamos envejeciendo cuando los recuerdos nos desgarraban el alma.  En tal sentido: ¡estoy viejo!  “Qué tristes son los recuerdos: ¡cuando desgarran el alma!x

Claro que hay recuerdos lindos y recuerdos tristes.  A continuación algunas fotos que he venido guardando en mi “Baúl de los Recuerdos” y que hoy quiero compartir con Uds.

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Los abuelos paternos, Don José Alonso (1881) y Doña Carmelina García (1891) en 1926, acompañados por sus tres hijos: José Manuel (1915), Armando (1917) y el más pequeño, Richard (1919).  El CYC tenía 6 años de fundado.  Don José fue miembro vitalicio del CYC y aquí lo vemos junto a su familia en algún lugar del club.

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Clase de Los Maristas de Cienfuegos – 1956

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Con el Hermano Santiago en Los Maristas de Cienfuegos – 1956

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Con nuestra madre, Conchita (1928), María Conchita (1955) y Richín (1948) en la playita del CYC

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Clase de Los Maristas en 1957 con el Hermano Emiliano

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Nuestra madre, Conchita Bustillo, inaugurando el bar del CYC.

La acompañan, entre otros, “Gatelito”, Luisita Hernández, Oscarito Meruelo y Fefa Borges.

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Fiesta de inauguración del bar del CYC:

Oscarito Meruelo, Richard Alonso, René Silva, Héctor Meruelo y Luisita Hernández

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Destrucción del bar del CYC – Video de mi padre del año 2000
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Clase de Ingreso a Bachillerato de Los Maristas de mi hermano Richín – 1957

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Foto del año de nuestra familia – Richín (10 años), nuestra madre (30 años), nuestro padre (39 años), María Conchita (3 años) y yo (8 años)

Carta de Sofía

En julio de 1962 recibimos una desgarradora carta de la manejadora de María Conchita – Sofía Montero – quien, por cierto, era prima-hermana de Benny Moré y estuvo con nuestra familia desde el nacimiento de nuestra hermana, en junio de 1955, hasta que nos fuimos de Cuba en agosto de 1961.

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Hacer “click” sobre la imagen de arriba

Velorio del “Bambi”

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Luis Posada Carriles, conocido por todos los cienfuegueros como “El Bambi”, fue un gran amigo de la familia, tanto en Cienfuegos como luego en nuestro exilio en Venezuela.  Había nacido el 15 de febrero de 1928 (unos días después del nacimiento de nuestra madre) y murió en La Florida el 23 de mayo de 2018, a la edad de 90 años cumplidos.
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A raíz de la “Voladura del Avión Cubano”, en 1976, me tocó investigar el caso.  Producto de esa investigación, escribí y publiqué un libro alegórico que titulé “Los Generales de Castro” y que se puede conseguir en Amazon.
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Cuando llegué a mi TERCER exilio (en Miami), María Elvira Salazar me invitó a su programa y en él doy adelantos de aquellos acontecimientos que pasaron a la historia como “La Voladura del Avión Cubano”.
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En 1985 produje un documental titulado “El Juicio del Siglo” con material que le grabé al “Bambi” en “algún lugar de Centro América“.  El documental jamás fue transmitido en Venezuela, donde fue censurado, incluso: ¡20 años más tarde!   En él cuento toda la historia y sus pormenores: quién mandó a volar el avión, quién ejecutó la orden y por qué y cómo lo volaron.
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¿La Reencarnación del “Bambi”?

Siomi, Paquito Villalvilla y yo llegamos muy temprano al Big Five.  Estando sentados en el lobby, como ya expliqué arriba, veo a alguien que me recordó al “Bambi” y por un momento pensé que era su reencarnación.  Se trataba, nada más y nada menos, que el cienfueguero y ex remero del Yacht Club: Jorge Gómez, quien estaba acompañado de su mujer, Mary.  Para allá me fui a saludarlo:
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En agosto del año 2013, una periodista venezolana “anormala” me acusó de ser miembro del G2 cubano, porque me la pasaba denunciando a TODOS los miembros de la falsa oposición.  Con el pasar de los años, esa periodista no hace más que denunciar a los mismos que yo llevaba denunciando desde el año 2009.  Para desmentirla, no se me ocurrió otra cosa que caerle al “Bambi” en su casa y este fue el video que nos grabó Siomi.
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Chávez en Cienfuegos

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Nosotros NO TRAICIONAMOS nada, porque jamás fuimos parte de esas “revoluciones”.

Luna Cienfueguera

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Cienfuegos en San Agustín, FL

En cualquier lado uno se encuentra con un cienfueguero.  En 2015 visitamos San Agustín, FL y nos enteramos de que había una cafeteería cubana donde desayunar rico.  Resultó ser que la cafetería era propiedad de un cienfuegueros.  No pudimos conseguir el nombre del propietario, pero comimos sabroso y dejamos una nota escrita en las paredes de la cafetería.

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Memorias de Cienfuegos

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Cienfuegos se veía triste. Un gran número de amigos ya había emigrado hacia el exilio y los que quedábamos no teníamos el permiso de nuestros padres de alejarnos del patio de nuestras casas. Había un ambiente gris en el aire y las calles se hacían más solitarias cada día; entraba el verano del 61, pero ni aún con él llegaba la alegría a nuestros corazones de niños. Ya no sentíamos el delicioso olor a libertad y teníamos nuestro oprimido pecho por cárcel.
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Los Maristas de Cienfuegos
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Aquel año del 61 había sido traumático para Cuba y para todos nosotros. Fue el año en que Fidel intervino las fincas, los medianos y pequeños negocios y los colegios privados.  Los hermanos Maristas habían abandonado la isla dejándonos a merced del ocio y la tristeza que producía el no tener contacto diario con nuestros compañeros de escuela. Fue también el año de la invasión de Bahía de Cochinos y el momento de decisión para cientos de miles de cubanos en cuanto a dejarlo todo atrás y partir hacia tierras desconocidas sin saber cuándo se regresaría a la patria que nos había dado la vida.
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Historia de la Invasión de Bahía de Cochinos – 1961
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En nuestra casa – “Korea” – no se hablaba de política ni se mencionaba para bien o para mal el nombre de Fidel Castro, quien había pasado por Cienfuegos un 3 de enero de 1959 en su lento desfile triunfal hacia La Habana. Yo lo conocí y le di la mano en la mañana que llegó con sus barbudos cargados de rosarios y pañueletas de la virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. El sol de aquellos días, como decía la introducción del himno de la revolución, parecía brillar más; el cielo era, sin duda, más azul y en nuestras almas rebozaba el entusiasmo patriota. Niños y adultos, ricos y pobres conformaban ese pueblo que arroyaba por las calles al son del pitorreo y los gritos de libertad. Había caído el “tirano”.
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Nuestro verano de 1957 en Varadero 
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Al igual que cada verano, nos preparábamos para pasar las vacaciones en la playa. Aunque Varadero no parecía ser la solución para nuestro depresivo estado de ánimo, era, con creces, mejor que quedarse en Cienfuegos, donde a cada momento nos revisaban, nos vejaban y nos insultaban; queríamos abandonar nuestro pueblo lo más pronto posible.
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Con mi gran amigo y vecino Orlandito Cápiro – QEPD
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El 20 de agosto de aquel año me levanté temprano sin saber que sería el último día que pasaría en “Korea”, la moderna casa que mi padre había construido y donde había pasado los últimos cinco años de los once que llevaba de vida, los mejores de mi niñez. Fue el primer hogar de mi hermana y, aunque entonces no me daba cuenta, un miembro más de nuestra familia. Al frente de “Korea” vivía Orlandito Cápiro, mi mejor amigo; el Cienfuegos Yacht Club – nuestro segundo hogar – nos quedaba a tres cuadras. La urbanización Punta Gorda era nuestra ciudadela, donde no había peligros y solo existía felicidad.
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Barrio Bonneval de Cienfuegos
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Ese día me aventuré a dejar la casa en mi inseparable bicicleta muy conciente del peligro físico que corría de caer en manos de la “chusma”, como le decía mi abuela Carmelina. Esa “chusma” eran los vecinos del Barrio Boneval, donde tenía muchos amigos que asistían a la escuela pública. Allí vivían “Pipo” y “Alex”, los hijos de nuestro jardinero y “El Guajirito”, el hijo del carbonero, con quien montaba caballo. Eran niños iguales a mí, lo único que no podían ir a Los Maristas ni entrar al club. Compartí con ellos gratos momentos que aún mantengo en mi memoria como un tesoro que jamás me podrán arrebatar, a menos que pierda la mente.
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Masitas de puerco
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La madre de “Pipo” y “Alex”, por ejemplo, hacía – para vender – unos ricos “durofríos” de tamarindo que cambiábamos por botellas vacías, las cuales tenían un valor monetario. Cocinaba ricos trozos de carne de puerco que, a falta de nevera, guardaba en unas latas llenas de manteca. Cuando visitaba su casa y llegaba la hora del almuerzo, “Panchita” (que así se llamaba), sacaba de la manteca unas cuantas masitas de puerco y las freía en una especie de budare. Por alguna razón que jamás descubrí, el puerco que nos cocinaba Juana en “Korea” no tenía el mismo sabor que el que cocinaba “Panchita” en el Barrio Boneval.
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Sanatorio para tuberculosos de Topes de Collantes
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El esposo de “Panchita” pasó una larga temporada en el sanatorio de tuberculosos de Topes de Collantes gracias al aporte hecho por mi padre y por alguno que otro vecino donde el jardinero prestaba servicios antes de enfermar. Luego de haber superado la enfermedad y de regresar “encartonado” a Cienfuegos, se reincorporó a sus cotidianas labores. Al llegar la revolución fue nombrado jefe de un centro revolucionario de vigilancia que luego se convertiría en un CDR (comité de defensa de la revolución). A pesar de haber sido siempre una persona callada y muy servicial, un día se nos apareció en “Korea” vestido con el uniforme verde olivo de miliciano. Llevaba una metralleta “checa” y unas polainas que usaba la Guardia Rural del derrocado dictador Batista. Llegó formalmente a inventariar la casa. Anotó en una planilla cuántos cuartos había en ella y quienes la habitábamos. Era una labor innecesaria, puesto que aquel hombre sabía de sobra cuántos cuartos tenía la mayoría de las casas en Punta Gorda y se conocía los nombres de todos nosotros de memoria. No sería la última visita que recibiríamos de miembros de la milicia revolucionaria, cada una motivada por una razón diferente.
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Masitas de puerco, chatinos, arroz congrí y yuca
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Aquel día, el jardinero – y ahora líder revolucionario – partió intempestivamente de “Korea” no sin antes dejar una “orden” para que mi padre se presentara al día siguiente en “su oficina”, ubicada debajo de la mata de mango que había sembrado “Panchita” en su modesta casa de Boneval. Fue la última vez que lo vi y después de eso, ya no se me permitía jugar con “Pipo” y “Alex”.  No solo extrañaba su compañía, sino los “durofríos” y las masitas de puerco que nos hacía “Panchita” acompañada de “chatinos” (tostones) y abundante “arroz con gris” con yuca y mucho mojito.
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“Pipo” vestido de miliciano frente a nuestra casa en Punta Gorda
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Por aquellos días de agosto del año 61, la gente de Boneval llegaba a Punta Gorda en grupos de a veinte o treinta. Se paraban frente a nuestras casas y gritaban consignas revolucionarias cargadas de amenazas. Eran siempre las mismas caras; Orlandito Cápiro me dijo un día que había visto a “Pipo” vestido de miliciano entre los que gritaban improperios en contra de nosotros. Afortunadamente jamás hubo una agresión física, pero todos teníamos el temor de que algún día aquella violencia dejaría de ser netamente verbal. Era imposible para mí, entonces, encontrar un vínculo entre estos fascinerosos y la revolución cubana, la cual sería verde como nuestras palmas y liderizada por Fidel Castro, quien tenía como sagrada misión, completar la obra de nuestro padre y apóstol, José Martí.
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Nuestro hogar, “Korea”, en Punta Gorda
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Gloria María Portela ya de adulta en su exilio de Miami
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Eran las 6 de la mañana cuando salí de “Korea”. Entré como pude por la clausurada entrada del ahora “intervenido” club y me dirigí a la abandonada casa de botes, donde me había citado con mi amigo Miguelito Marcoleta, con quien compartía nuestra primera novia, Gloria María Portela. En un escondite y a buen resguardo, teníamos una caja de cigarros que se envolvían en papel amarillo, marca “Partagás”. Teníamos la intención de montar en nuestras bicicletas hasta el pueblo para visitar a Gloria María, quien aún no sabía que era nuestra novia. Ese día le diríamos que la queríamos y que tendría que escoger a uno de nosotros dos.
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Sofía Montero en “Korea”
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Con la intención de planificar aquella muy particular declaración de amor, procedimos a prender sendos cigarros, pero la reunión fue abortada cuando el sereno que la revolución había puesto en el club se presentó con Sofía Montero, la “manejadora” de mi hermana. Sofía llevaba órdenes para que regresara inmediatamente a “Korea”. Tras obtener de ella la seguridad de su silencio en cuanto al cigarro que aún echaba humo desde el suelo, me monté en mi bicicleta y partí a toda carrera hacia la casa. De aquel momento solo lamento el no haberme despedido, para siempre, de mi amigo del alma, Miguelito Marcoleta.
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Guagüita VW similar a la del “Progreso Cubano”
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El dueño del “Progreso Cubano”, almacén que nos traía los víveres a la casa antes de ser intervenido por la revolución, tenía una guagüita VW que había logrado mantener bajo su propiedad. Al llegar a “Korea” vi el vehículo metido dentro de nuestro garaje con medio cuerpo fuera. Noté que la guagüita estaba siendo cargada con nuestros televisores, camas, cacharros de cocina, ropa y todo lo que en ella cupiera. No entendía la razón por la cual nos estábamos mudando. Aquella operación se repitió varias veces aquel día hasta quedarse la casa totalmente vacía. Luego, ya fuera de Cuba, supe que aquellos cacharros y muebles fueron repartidos entre antiguos empleados de mi padre y algunos amigos que dejábamos atrás.
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Mi hermano mayor Ricardo – “Richín” – nacido en mayo de 1948
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Mi hermano mayor estaba enterado de todo lo que estaba a punto de suceder, sin embargo, mi hermana y yo no teníamos la más mínima idea de lo que estaba pasando y cuando pedíamos información nos daban una explicación vaga.
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Lámpara chandelier similar a la de mi madre en “Korea”
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Para nuestro inmenso asombro, aquella noche vi a mi padre reventar frenéticamente los inodoros y lavamanos de nuestra adorada “Korea” y por si fuera poco, con un bate de pelota reventó una lámpara “Chandelier” que era el orgullo de mi madre, la cual colgaba estratégicamente en el medio del cuarto de ambos; mi asombro era absoluto y total y algo me indicaba que tenía que guardar silencio; esa misma noche sacaron todos los aparatos de aire acondicionado y los metieron en la guagüita del “Progreso Cubano” y también se los llevaron abruptamente de la casa. Se estaban preparando para abandonar nuestro hogar, pero quien quiera que se adueñara de él, se encontraría con la destrucción total.
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“Korea”, no solo se estaba desmoronando, sino que el responsable era su propio constructor y su mayor amante: ¡mi padre! Esa misma noche la dejamos atrás, triste e inválida con un lisiado brazo en alto pidiéndonos a gritos, en vano, que no la dejáramos ahí sola… que la lleváramos con nosotros, cualquiera fuera nuestro destino, cualquiera fuera nuestra suerte… Así murió, para nuestra familia, “Korea”, justamente 6 años después de haber nacido y de haber sido testigo de tantas navidades, de tantos cumpleaños, de tantas fiestas y ratos felices.
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Los Alonso en pleno, “Chato” incluido, recién llegados a Venezuela en 1961
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A las once de la noche abordamos el carro mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana, nuestro perro pequinés “Chato” y yo. Supuestamente nos íbamos para Varadero. Nadie se alegró; nadie dijo nada. Nos fuimos de Cienfuegos aquella triste y fatídica noche del 20 de agosto de 1961; había vivido en ella cuatro mil quince días, casi todos, llenos de una absoluta felicidad; tomamos la vía de la derrota y enfilamos rumbo al inimaginable exilio, el cual, al menos, duraría cuarenta y tantos largos años… si es que no más.
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En el trayecto que duró unas cuantas e interminables horas, se nos habló del itinerario real de aquel viaje. No iríamos a Varadero. Al igual que muchos de mis amigos, dejaríamos Cuba en un barco que zarparía para España. Por alguna extraña razón me transporté al triste día cuando mis padres me dijeron que ya era grande y que tenía que saber que los “Tres Reyes Magos” no existían. Era, tal vez, la segunda gran noticia seria — de gente grande — que recibía en mi inocente vida de niño. Una vida que hasta aquel día, transcurría bajo una seguridad absoluta. Era imposible imaginarme entonces, la vicisitudes que comenzaría a experimentar al día siguiente y por muchos años. Nuestras vidas estaban a punto de cambiar radicalmente y para siempre… después de aquel viaje por carretera a La Habana, nuestras vidas serían, sin duda, diferentes.
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La Habana antes de ser destruida por el huracán castrista
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Llegamos a la ciudad capital de La Habana, donde vivía mi abuela materna; allí desapareció por completo mi padre. Una sola diligencia recuerdo haber hecho con mi mamá y era la de visitar a un veterinario amigo quien nos dio un certificado que aseguraba que nuestro neurasténico pequinés, “Chato”, era “callejero” y por lo tanto tenía el derecho de abandonar la isla; los perros de raza significaban divisas para Fidel y no tenían el permiso para salir de Cuba.
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Mi adorada y adorable Abuela Petra
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En casa de mi abuela Petra había un grupo de unas 15 personas, todas desconocidas, quienes abordarían el barco junto a nosotros. Luego me enteré que eran “contrarrevolucionarios” perseguidos por Castro que estaban huyendo de Cuba. De haberse enterado el G-2, tanto mi abuela como mis padres hubieran sido detenidos y seguramente sentenciados a largas condenas de prisión. Corrimos todos inmensos peligros entonces, pero más tarde – mientras crecía – fui aprendiendo que existe un sentimiento solidario entre hermanos de lucha que está por encima de la vida misma. No sería la última vez que expondríamos la seguridad colectiva de nuestra familia en pro de la recuperación de la patria.
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Buque español “Marqués de Comillas” donde salimos de Cuba en agosto de 1961
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El día 23 de agosto de 1961, es decir, tres días después de dejar Cienfuegos, día de mi cumpleaños número once, nos montamos, primero en un barquito de unos 50 pies de eslora y luego en un destartalado y horripilante buque llamado “Marqués de Comillas”, el cual tenía bandera española y debía llevarnos a España haciendo escala en la isla de Curazao y Venezuela.
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Puerto de La Habana
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Ante aquella emocionante aventura no entendía por qué lloraban todos. La travesía entre el puerto y el barco duró apenas unos minutos, pero se hicieron siglos en mi corazón. Fue, tal vez, el momento más dramático y triste del éxodo. Sobre las olas picadas del mar de agosto, aquella mañana del 23, una mujer de nuestro bote comenzó a cantar: “Oh María, madre mía… ¡Oh consuelo del mortal! ¡Amparadnos y guiadnos, a la patria celestial…!” Fue entonces cuando me aferré a mi madre y dejé que el llanto se adueñara de mis sentimientos.
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Aire acondicionado de pared similar a los de “Korea”
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Cuando llegamos al barco llegó una lanchita del G-2 y oímos cómo llamaban a mi padre mediante el uso de un megáfono. Afortunadamente el capitán del buque se negó a entregarlo alegando que él se encontraba ya en territorio español; más tarde nos enteramos que el jardinero de “Korea”, a quien mi padre había ayudado a curar su tuberculosis en los hospitales de Topes de Collantes, se había metido por los huecos donde habían estado los aparatos de aire acondicionado de la casa y había visto el desastre dentro de la vivienda; como todos los que abandonan el país están obligados a entregarle al gobierno hasta los ceniceros, el jardinero consideró patriótico y revolucionario delatarnos ante el G-2. Por designios del destino y gracias al capitán español, mi padre se salvó de una condena de 30 años y nosotros de tener que quedarnos en aquel infierno.
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Una vez seguros bajo el resguardo y protección de aquel valiente capitán español, mi madre se arrodilló ante nosotros y condujo lo que sería la tercera gran conversación de gente grande de mi vida. Los acontecimientos se estaban sucediendo con una rapidez impresionante; mi hermano y yo nos estábamos haciendo hombres abruptamente. Fue ahí cuando me enteré que mis padres eran “contrarrevolucionarios” y debo confesar hoy que me sentí profundamente avergonzado por ellos, pues en mi mente de niño no encontraba, entonces, algo peor que ser “contrarrevolucionario”. Menos mal que nos íbamos del país, pensé, porque no era muy agradable vivir en Cuba teniendo unos padres “contrarrevolucionarios”.
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Virgen de la Caridad del Cobre
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Mi madre me abrazó con fuerzas al tiempo que repetía una y mil veces que Fidel era un hombre malo que no quería a los niños cubanos, que no quería a Dios ni a la virgen de la Caridad y que por eso nos íbamos de Cuba. Recuerdo aquella dramática confesión como si me la hubiesen hecho en la mañana de hoy. Era como ponerme a escoger entre Fidel, nuestro “libertador” y las deidades religiosas que me habían enseñado a venerar desde que tenía uso de razón. No fue nada fácil. Aquella conversación de gente grande me obligaba a reconsiderar los más elementales valores que se habían alojado profundamente en mi mente.
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Mientas más intentaba separarme de mi madre más me apretaba ella. Sus lágrimas ensuciaban mi ropa de estreno comprada por mi abuela para el viaje. Fue la primera vez que sentí rechazo por alguien y tuvo, precisamente que ser mi madre a quien rechazaba. No era posible que aquella figura heroica, gigantesca, de aquel hombre que se tomó el tiempo de darme la mano mientras todo un pueblo lo aclamaba, se derrumbara así como así, sobre la cubierta de un viejo barco español y ante la indiferentes miradas de cientos de pasajeros que luchaban por subir sus maletas a bordo.
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Botes salvavidas similares a los del “Marqués de Comillas”
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“El Marqués de Comillas” era un antiquísimo buque con muy poca capacidad para pasajeros, sin embargo, sacaba de Cuba a casi cuatro mil personas; a pesar de que teníamos camarote, el mismo era muy pequeño, caluroso y pegado al cuarto de máquinas que producía un ruido insoportable, infernal y espantoso. Mi hermano y yo resolvimos ubicarnos en uno de los botes salvavidas. La noche de mi décimo primer cumpleaños la pasé durmiendo en la proa de uno de estos botes salvavidas tomado de la mano de mi hermano mayor sin saber si rezar o recitar el himno del “26 de Julio”.
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Al día siguiente, muy temprano y bajo una tenue llovizna, comenzamos la travesía hacia el exilio. Fue la primera vez que sentí deseos de quedarme. Ausente de sentimientos, levanté la vista y contemplé la ciudad de La Habana: blanca, alta… en total silencio.
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Bahía de Cienfuegos desde el Cienfuegos Yacht Club
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El viejo barco era remolcado por dos barquitos pequeños parecidos a las potalas que abundaban en la bahía de Cienfuegos. Los familiares de los pasajeros que quedaban en Cuba se habían alineados todos en las riveras del puerto de La Habana y nos despedían con pañoletas blancas que agitaban tristemente en el aire. El llanto era el factor común y contagioso en ambos bandos. Imperaba un impresionante silencio que le daba libertad al viento del mar para hacerse notar. Entonces, sin previo aviso, alguien en el barco echó un vibrante y desgarrador grito de “¡VIVA CUBA LIBRE!” y en tierra comenzaron a cantar el himno nacional. Podré vivir mil años y perder la memoria, pero aquella mañana del 24 de agosto de 1961, siendo probablemente las seis de la mañana, bajo las brumas de una tenue llovizna, jamás será olvidada.
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Mambises cargando contra el opresor español
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Al combate corred bayameses, que la patria os contempla orgullosa; no temáis una muerte gloriosa, que el morir por la patria es vivir…” Era la primera vez que me detenía a oír nuestro himno, que más que himno es una marcha de guerra que incita a la batalla. Pensé en la muerte, en el orgullo de esa patria que nos contemplaba mientras salíamos a batallar. No era posible saberlo entonces, pero nos esperaban no pocas batallas que enfrentaríamos sin miedo sabiendo que de morir en ellas viviríamos eternamente en el corazón de quienes quedaran detrás.
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Himno original de Cuba
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Era imposible saber, aquella mañana del 24, que llegaría a tener cuatro hijos y que estos nacerían fuera de aquella tierra que poco a poco se nos alejaba hasta desaparecer para siempre de nuestros ojos para permanecer para siempre en nuestras almas. “¡Viva Cuba Libre!“, una y otra vez gritaban nuestros padres hasta que comprendí que Cuba, aún, no era libre… pero que lo sería algún día y, en parte, para eso nos alejábamos de ella.
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Aquella mañana del 24 de agosto de 1961, me hice cubano.
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Capitulo final del libro

“Memorias de Cienfuegos”

de Robert Alonso
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Calles y Avenidas de Cienfuegos

Como las “revoluciones” cambian todos, la “revolución castrista” tuvo que cambiarles los nombres a las calle y avenidas de Cienfuegos.  A continuación, publicamos los cambios sufridos por esa “manía revolucionaria”.
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Cortesía de Estudio Jagua
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Los 3 hermanos nacimos en el Sanatorio de la Colonia Española, pero vivíamos en la Calle San Carlos, hoy Av. 56

Mapa de Cienfuegos

Punta Gorda

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En el año 2000, haciendo de tripas corazón, mi padre visitó Cienfuegos para despedirse de él.  Aunque se hospedó en el Hotel Jagua, visitó “Korea” (hoy “Casa Piñeiro“), el chalet que construyó con los planos de su tío político: el arquitecto Mariano Ledón.  Se llamaba “Korea” (con “K”), porque a mi padre le llamaban “El Chino” y había un refrán que decía: “¡…los chinos pa’Corea!“.  Vivimos en “Korea” desde comienzos de 1955 hasta agosto de 1961.  Al abandonar Cuba, “Korea” fue intervenida y entregada a un médico castrista de apellido Longoria.  Luego se le asignó a un diplomático soviético y pasó por varias manos hasta llegar, no sabemos cómo, a Jorge Piñeiro, quien la convirtió en un hostal con paladar donde la especialidad era la langosta, un marisco total y absolutamente prohibido para los cubanos de Cuba.

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Casa Piñeiro” – antigua “Korea” – Calle 41 # 1402, Punta Gorda – Cienfuegos

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En el video de abajo, vemos a mi padre conversar con Jorge Piñeiro, “El Usurpador”, quien además de administrador era el chef del paladar.  Recuerdos muy tristes de un pasado muy alegre.

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Debajo de estas líneas, “Korea” en tiempos felices, a los pocos meses de haber llegado “la revolución”.  Fue el 4to cumpleaños de mi hermana.

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Publicado en Miami el 28 de agosto de 2022
por Robert Alonso Bustillo – [email protected]
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Robert Alonso Presenta

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